Lady Beckett

|23| Marionetas de los impulsos

Ante la llegada del solsticio de otoño, las tonalidades ocres ya han empezado a teñir los ramajes de los árboles que adornan el Hide Park.

Los senderos ya se encuentran salpicados por un montón de hojarascas que crujen bajo las pisadas. El verdor anuncia la pérdida de su esplendor y va cediéndole protagónico a un anaranjado que se conjuga a la perfección con el amarillo que pinta su abundante césped. Toda una fascinante gama de matices que deleitan la vista mientras la flora sucumbe a su transición.

Pese a esto, muchas de las flores que engalanan los numerosos jardines aún permanecen inmutables, con sus vívidos colores confiriéndole un encanto superlativo al entorno y con sus regios pétalos todavía desplegados.

El sol vespertino logra acentuar todavía más la belleza del paisaje con su cálida iluminación. La misma que además incide su filtro de luz sobre el Serpentine, otorgándole fulgor a sus calmadas aguas.

Lady Beckett esboza una conmovida sonrisa al apreciar sobre su superficie a una cómica familia de patos nadando en sincronía. Ella le pone pausa a su andanza, deteniéndose bajo la sombra de un gran álamo, para admirar detenidamente la panorámica a su alrededor, la cual apenas cuenta con la presencia de algunos pocos nobles que motivados por la seducción del parque han venido a gastarse ociosamente sus tardes.

Algunos aprovechan las orillas del lago para ambientar agradables picnics y otros recurren a las banquetas de maderas para recrear amenas charlas, además de los adoquinados caminos en donde se ven pasar algunos jinetes cabalgando.

El joven que la acompaña, quien hasta ahora dirigía sus pasos al compás de los suyos, también se detiene instintivamente. Y, situándose enfrente, le obsequia una plácida curvatura de labios.

Lady Beckett ya ha oído los tantos rumores sobre los estragos que suele causar esa sonrisa ladeada y como no existe ninguna damisela que se le resista. ¡Y vaya que es muy coqueta! Ella acredita este efecto, pues en combinación con esos entornados y penetrantes ojos azules, sin dudas logra hacer del semblante de lord Jacob Allen una estampa de ensueño.

Es justificable que sea uno de los jóvenes más codiciados por todas las señoritas de la élite. O al menos eso le ha dicho su hermana Rosslyn. Contándole que, gracias a su título, a su distinguido porte, a su jovialidad y a las tantas libras esterlinas que suponen sus ingresos anuales, se le aprecia como uno de los mejores ejemplares que aún permanecen sin grilletes.

Lady Rosslyn se destartaló cotilleándole sobre los chismorreos que circulan en todo Londres sobre él. Según ella, no se trata de ningún sinvergüenza libertino como lo sus propios primos, pero tampoco es un santo sin tachaduras. Se dice que lord Jacob es un adiestrado fanfarrón que ciertamente ya ha sido "probado" por varias muchachas que suelen dar fe testimonial de que el joven es "una delicia" y que sus dotes para dar placer son sencillamente "plausibles".

Sin querer saberlo, su hermana terminó ofreciéndole detalles sobre cuánto se presume que le mide y no precisamente la estatura.

«Ha sido un puñetero golpetazo de suerte.» le ha dicho Lady Rosslyn cuando el muchacho salió ganador del improvisado sorteo al alzar que entre ellas hicieron para seleccionar a una de las tantas propuestas de citas que recibió el día anterior.

Y es que hoy Lady Beckett se ha convencido de prescindir de sus responsabilidades en casa de sus tíos y le ha pedido a un cochero que la trasladase desde South Kensington hacia su residencia en Mayfair. Después de colaborarle a su madre con algunas ayudas para la celebración de mañana, la joven se aisló en su habitación y no evitó empezar a rumiar sobre la conversación que tuvo anoche con su hermana mayor, llegando a la conclusión de que no puede seguir rehuyendo del cortejo y de que no tiene nada de malo experimentar un encuentro con uno de sus pretendientes.