Sin duda alguna los días más felices de mi vida los he vivido a lado de la persona que más amo en el planeta.
Hemos sobrellevado tantas cosas, incluso sobrevivimos a una pandemia a la cual no le veíamos fin en la cual reímos, disfrutamos pero también sufrimos y lloramos. Pasamos momentos duros cuando tuvimos pérdidas familiares y de amigos que partieron dejándonos un gran vacío en el corazón pero con el tiempo encontramos resignación llevándolos en nuestras memorias por siempre.
Los días eran raros por que teníamos que soportarnos 24 horas al día y aunque aveces queríamos matarnos supimos "sobrellevarlo" pero creo que la marea se apaciguaba al ver la sonrisa de nuestros bebés y de mi Matías.
Tuvimos todo el tiempo del mundo para verlos crecer día a día. Para verlos dar sus primeros pasos, sus primeras palabras La Niña fue quien dijo "papá" y El Niño "mamá".
Matías crecía y crecía cada día siendo un clon de su papá físicamente, era un niño feliz, amoroso, ocurrente y adoraba a sus hermanitos. Se había convertido en el hermano mayor y trataba de protegerlos siempre aunque en algunas ocasiones se ponía celoso y demandaba la atención de su papá. Mamá paso a segundo plano.
Era tan tierno ver a Anthony preparar los biberones por que la "señora de la casa" decidió que no iba a tener nanas, únicamente la que ya tenía nuestro hijo mayor. Si estábamos en Pandemia, mamá y papá podían ocuparse de sus bebés.
–Creo que están muy calientes– sacudió Anthony los biberones dejando que unas gotas cayeran en su mano y la probó.– ah no, Está bien. – era un papá orgulloso.
–Es leche materna– pensé que le daría asco.
Viró los ojos.– Como si no la hubiera probado ya.– sentí las mejillas que me ardían de vergüenza al recordar como se prendía de mis senos cuando teníamos intimidad.
Fue todo un escándalo cuando obligue a Anthony a ayudarme a cambiarle los pañales a los bebés. Le daba tanto asco que casi se me vomita encima mientras yo me moría de la risa y todo empeoró cuando intento cambiarle el pañal a André y se le orino encima. Quería matarme.
–Anthony– no podía dejar de reírme de ver como se cubría con las manos mientras el chorro salía disparado hacia él.
–Dios mío parece fuente ¿Cuando va a parar?– trato de taparlo con el pañal pero todo seguía siendo un desastre. –Deja de reírte y ayúdame.
–Yo terminó. Anda ve a bañarte, que no te quiero orinado en mi cama.– le di una palmada en el hombro.
–Lo dices como si hubiera sido yo el que me orine– se limpio y salió de la habitación de los bebés conteniendo las ganas de vomitarse y hacerme un escándalo.
Después de eso me hizo prometerle que jamas lo obligaría a cambiar un pañal, podía hacer todo menos eso.
No entendía como le daba más asco cambiar el pañal de sus hijos que limpiar las gracias de su perro.
En ocasiones los días se me hacían eternos, nunca había paz en el hogar y siempre quedaba exhausta. Si no eran los bebés llorando, era Matías y Anthony riéndose escandalosamente mientras se perseguían por la casa.
–Si despiertan a los bebés con sus gritos los voy a mandar a dormir a el patio– me masaje la cíen por que tenía dolor de cabeza. Eran casi las 10 de la noche y seguían con energía. Aveces me preguntaba ¿donde carajo a se apagaban?
Ambos me ignoraron, siguieron jugando y solo aniquilé a Anthony con la mirada cuando escuché el llanto de uno de los bebés.
–Ven, vamos a ver que tienen los chillones– Anthony se llevó a Matías a ver quien lloraba.
Obviamente Matías lo abandonó en el camino y se fue a su cuarto para que su nana le leyera un cuento y se acostara a dormir. Subí a inspeccionar que hacía Anthony por que el llanto paro enseguida. ¿Cual era su arma tan efectiva para calmarlos?
–Duérmete mi niña, duérmete mi amor... –escuche que le cantaba a Antonella mientras la abrazaba moviéndose de un lado a otro. Me derretí por completo. –Good night my princess– la dejo en su cuna cuidadosamente cuando se durmió.
Era su princesa, la trataba con mucha delicadeza como si fuera una muñeca de porcelana. Se pasaba horas y horas observándola. –Es idéntica a su mami– decía cuando le preguntaban por ella. Él juraba que era una mini Deb.
Aveces Anthony salía al estudio de grabación dejándome sola y era entonces cuando me sentía bastante abrumada por mi locura de no querer nanas. Eran dos y la carga era más pesada, cuando tranquilizaba a una, el otro lloraba y Matías me exigía atención.
Hubo algunas ocasiones en las que Anthony me encontró llorando de desesperación.
–Podemos contratar a alguien, no seas necia– me abrazo contra su pecho mientras acariciaba mi cabello.
–Es que... no quiero ser una madre desobligada. A Matías le di toda mi atención, ellos merecen lo mismo– sentía la nariz moquear por mi llanto.
–No será asi... solo será para apoyarnos en esto. Piénsalo mami por favor. No descansas lo suficiente y yo soy un poco inútil en algunos departamentos. No soy de mucha ayuda. Quiero que estes tranquila.
Anthony termino convenciéndome y contratamos una niñera, una señora de unos 50 años la cual no le causara tentaciones, ni llamara la atención de mi "marido", no estamos casados pero como si lo fuera.
Es mío y juro por mi vida que cualquier arpia que se le acerque la voy a hacer correr.
–Gracias por hacerme tan feliz– me abrazo por la cintura y me dio un beso en los labios.
–Gracias a ti, por rescatarme cuando me sentía perdida, por soportarme... por amarme– recargue mi frente con la suya.
–Hasta que me muera...– me susurro en los labios.
–Te amo– lo abracé y uní nuestros labios en un apasionado beso que terminó en una cálida y ardiente noche en nuestro lecho de amor.