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A las pocas horas el doctor dio de alta a nuestro hijo y pesar de llegar separados, Anthony insistió en llevarnos a la casa.

Mientras sostenía a mi hijo en mis brazos y acariciaba su carita, no podía evitar ver de vez en cuando a su papá por el retrovisor.

–Gracias por traernos– me abrió la puerta y tomo a André entre sus brazos. Me dio la mano para ayudar a bajar del carro.

–No es nada– cerró la puerta y se coloco a André en su hombro quien seguía profundamente dormido.

Anthony entro a la casa y subió hasta la habitación para acostar al niño, antes de irse fue darles un vistazo a anthonella y a Matías pero ambos estaban dormidos.

–Si se vuelve a poner mal no dudes en llamarme– dudo en despedirse de beso y solo termino haciendo un gesto con la mano.– Buenas noches.

En ese momento quería tomarlo por los hombros, encerrarlo en mi habitación y no dejarlo ir jamás.

Pasaron algunos días, André estaba mucho mejor y así pude retomar mis actividades. Fui a algunas reuniones de negocios, una de ellas era cerca del departamento de Anthony y además era su restaurante favorito. Le pedí el platillo que más le gustaba y tome una decisión arriesgada...fui a buscarlo.

Entre al edificio, tenía una llave para poder entrar al estacionamiento sin problemas. Podría entrar también a su departamento pero no sería correcto, así que opte por tocar el timbre.

Me recargue en la pared y espere a que me abriera. Me sentía impaciente y ansiosa. ¿Que voy a decirle cuando me pregunte que estoy haciendo aquí?

Escuche que abrieron la puerta y me enderecé. Era Anthony con el cabello alborotado, con una bata puesta y descalzo.

–¿Puedo pasar?– fue lo único que pude articular. Se puso nervioso.

Lo conocía tan bien... conocía tan bien su cara de recién follado.

La rabia aumentó y se me acumulo en el pecho cuando mi mirada se desvió a la maldita zorra que estaba en toalla a pocos metros de Anthony.

Era la mediocre e insignificante maestra de mis hijos. Anthonella tenía razón y no le di importancia. Quería arrancarle la cabeza como si de una muñeca de tratara.

Me reí con sarcasmo. –¿Enserio Anthony? ¿Con la maestra de tus hijos?

La mirada de Anthony se desvió a ella y después a mi, lo vi dudar... como si estuviera en un dilema.

–Estamos saliendo... Ania es mi novia...– sentí como si me echaran un balde de agua fría encima. ¿Su novia?

Sentí como en cualquier momento iba a vomitar lo que comí de la nauseas que está situación me provocaba.

Me crucé de brazos para tratar de contenerme y no abalanzarme a trapear todo el piso con esta arribista.

–Felicidades– fue lo único que pude decir antes de soltarme a llorar o de matar a alguno de los dos. Me di media vuelta y me fui.

El tan solo imaginar como se revolcaron, como la tocó, como la beso... las lágrimas no pudieron contenerse y empecé a llorar.

Y yo de estupida trayéndole comida...

Al llegar al estacionamiento tire la bolsa del restaurante en el primer bote de basura que se me cruzó por enfrente.

¿En verdad dejo de amarme? ¿Su novia?

Quería empinarme una botella de vodka pero aún seguía tomando medicamento. Sentía que mi mundo se venía abajo, tenía una esperanza... Estoy consiente que soy la culpable de todo pero lo amo, lo amo más que a mi misma.

Me subí al puto Tesla y seguí llorando. En verdad estaba sufriendo, mucho. ¿Como él puede continuar, seguir con su vida y yo aquí sin poder sacarlo ni un segundo de mi cabeza?

Me encerré a llorar en mi habitación, saqué nuestro álbum de fotos y repasé algunos de los momentos más felices. No me di cuenta que alguien había entrado a la habitación hasta que vi a Matías observándome.

–Odio a mi papá. Odio que te haga llorar– tenía los brazos en la cintura y estaba furioso.

–Matty...– quería explicarle que no tenía que odiar a su papá pero se abalanzó sobre mi y me abrazo.

–No llores más por favor– me partía el corazón que mi hijo me viera así. Yo no quería hacerle daño con mis problemas. Quería que fueran los niños más felices del mundo y solo estoy generando odio en su interior.

–Ya mi amor, ya. Listo, estoy bien– me limpie las lagrimas y trate de sonreírle.

No iba a permitir que mis hijos sufrieran por culpa de mis decisiones o por las de su padre. Así que al día siguiente me levante temprano, me arregle y fui a sacar a mis hijos de la escuela donde trabajaba esa mujer.

–Vengo a hablar con la directora– vi fijamente a la zorra con la que Anthony se estaba revolcando. No la conocía pero por el simple hecho de estar con mi ex, tenía mi odio.

–¿Vas a decirle que...?– la muy estupida hasta tartamuda se volvió. Tenía que levantar la mirada para verme. Quedaba diminuta a mi lado.

–No. Voy a cambiar a mis hijos de escuela.– Podía hacer lo que ella misma sugirió pero no quiero hacer más problemas, no quiero ver a Anthony en la puerta de mi casa defendiéndola y echándome a mi a la hoguera.

En ese momento la directora iba llegando y me hizo pasar a la escuela. La mujer me interrogó de por que mi decisión. Me rogó que no sacara a mi hijos que cualquier problema se lo hiciera saber y enseguida arreglaría el problema. Invente que nos mudaríamos de ciudad y solo así me dejo tranquila.

Realmente no sabía como me sentía. ¿Triste? ¿Enojada? ¿Decepcionada?
No se por que sigo aferrada a Anthony. ¿Y si ella es su felicidad? ¿Si ella puede darle La Paz y tranquilidad que yo no?

Salí y la vi recibiendo a los niños. Se veía amorosa y tranquila pero había algo en ella que no me daba buena espina. Algo que me decía que está mujer amorosa y entregada es solo una pantalla.

–Si le haces daño a Anthony, vas a desear nunca haberlo conocido. ¿Me escuchaste?– la amenacé antes de irme.

No estamos juntos pero él sigue siendo mi todo y si alguien lo daña soy capas de quemar el mundo entero si es necesario.

La tonta solo asintió vuelta un nudo de nervios. ¿Como Anthony pudo fijarse en alguien tan insignificante?

Clandestino t3-t4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora