Narra Anthony.
Toda la semana estuve metido en el estudio. Tenía muchas cosas que pensar y me sentía agotado física y emocionalmente.
No había podido hablar con debora, más bien no quería. La estaba evadiendo. En este momento me sentía un poco confundido. La amaba todavía, si, pero también estaba Ania, esa dulce niña que no merecía que le rompiera el corazón.
Debora tuvo su tiempo y no digo que no supo valorarme, si no que quizá por ser tan inestable, en su afán de no darme problemas solo complicó más las cosas.
¿Pero como mierda la saco de mi mente?
Quizá deba formalizar más enserio con Ania, pedirle que se mude conmigo y me acompañe a las giras. Disfruto mucho estando con ella. Es espontánea, Dulce, divertida... quizá debo dar vuelta a la página pero esta vez enserio.
Tome las llaves de mi carro y me fui a mi casa. Solo quería descansar y dormir mucho. Llegue al piso y estaba todo apagado solo la luz de mi cuarto encendida. ¿Se meterían a robar? Camine lentamente hasta llegar a mi habitación y me quede con la boca abierta con lo que estaba viendo.
¿Es Navidad?
Había dos chicas en mi cama con una coqueta y sexy lencería de encaje.
Una llevaba lencería negra, estaba acostada de lado. Con unos tacones negros con la suela roja, morena clara, con una larga cabellera negra. Un cuerpo hermoso.
La otra llevaba un conjunto blanco...estaba sentada sobre sus dos piernas con sus manos en las rodillas, dejándome ver sus senos. Su cabello color avellana no pasaba de media espalda.
Me acerque lentamente y pude ver sus rostros. No puede ser posible... ¿Me voy a morir y con esto me están premiando?
Mi hermosa deb se levantó de la cama y me sonrió. Se acercó a mi por detrás y me quito la chamarra que llevaba puesta. Mientras que mi Dulce Ania se acerco por enfrente a desabrocharme la camisa.
Ania quiso besarme pero debora giró mi rostro para ser ella quien me besara primero. Un beso posesivo y ardiente.
Ania se subió a la cama y tomó de la mano a deb para que se acercara a ella. Ambas empezaron a acariciarse y mi cerebro colapsó cuando las vi besarse.
Una ayudó a la otra a desnudarse. Y yo estaba impactado presenciando este espectáculo. Totalmente embelesado.
Deb me indicó con el dedo que me acercara y no dude ni un segundo. La enredé entre mis brazos y la besé mientras Ania me chupaba el cuello, acariciaba mi espalda y su mano escurridiza tocaba lo que mis pantalones aún guardaban.
Giré mi rostro y Ania aprovechó para besarme, segundos después Debora de unió. Sentía mi cuerpo ardiendo. Las quería tener a las dos de todas las formas posibles.
Deb desabrocho mi pantalón y Ania le ayudo con el bóxer, me hicieron ponerme de pie. Ambas sonrieron con malicia y se arrodillaron frente a mi.
No pude evitar cerrar los ojos y emitir un leve gruñido.
–Maldito pervertido, ¿Que estás soñando?– me desperté completamente desorientado y avergonzado.
Mi ingeniero de sonido me lanzó una gorra para despertarme. Me quede bien dormido en la silla.
Estaba hasta sudando. Me frote la cara y solo podía recordar imágenes de mi sueño.