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Abrí los ojos lentamente y vi las paredes blancas ¿Me metieron al loquero? Termine de abrir los ojos y me di cuenta que estaba en el hospital, tenía un suero conectado, el oxígeno puesto y una máquina pitando haciéndome saber que aún sigo en este mundo terrenal.

Tuve el leve recuerdo del aeropuerto pero de ahí no supe más de mi hasta ahora. Me quise levantar pero enseguida apareció el adonis que tenía como amigo para evitar que me levantara.

–Por fin despiertas, No te muevas. Descansa– david me acarició el cabello y me volví a recostar.

–¿Por que estoy aquí?– sentía la boca seca y me costaba un poco hablar.

–Te desmayaste, no logramos despertarte y consideramos que era necesario traerte al hospital– se cruzó de brazos y se recargó en la cama. Siempre estaba guapo, con su traje carísimo que parecía sacado de revista.

–¿Cuanto lle...

–24 horas– me interrumpió.

–Quiero irme a casa...– si, aún me sentía mal pero ya me quería largar a mi casa.

–No puedes. Tus análisis no salieron bien Debora, te vas a quedar aquí algunos días.

–No puedo, tengo que...– me quise levantar y David me empujó con un solo dedo. Estaba débil pero quería a mis hijos de regreso y tengo cosas que hacer.

–Como tu marido está ausente, estoy a cargo ahora. No vas a ningún lado.

–Mis hijos...

–Mira, si con Anthony haces lo que quieres, conmigo no debora. Te vas a quedar aquí y punto. Estas ENFERMA. Voy a llamar a Anthony y le voy a informar lo que está pasando, él va a entender y se va a hacer cargo de sus bendiciones. ¿O quieres que traiga a tu papá para que sea él quien te cuide? Por que ese en un descuido te manda al cielo para quedarse con todo.

Negué con la cabeza.

–¿No que?

–No traigas a mi papá. Ni tampoco llames a Anthony. No quiero preocuparlo, no es necesario.

En ese momento entró el doctor a preguntarme como me sentía.

–Voy a ser sincero y crudo contigo por que veo que eres de las pacientes que se ponen necias. Si te doy de alta va a ser bajo tu propio riesgo...

–No, no la va a dar de alta– se paró David a su lado metiendose las manos en los bolsillos.–Dígale lo mal que está, no creo que quiera dejar a dos niños de casi dos años sin madre.

–Tienes anemia... tienes una fuerte infección en los riñones, que esperemos con tratamiento salgas adelante y no tengamos que hablar sobre transplantes y además estas oxigenando muy bajo.

Me quede paralizada.

–¿Por que estoy tan mal? Si yo me sentía bien.– pregunté confundida.

–Malos hábitos, descuidos, etc. Tienes que quedarte aquí por lo menos una semana para ver cómo reacciona tu cuerpo.

Asentí con miedo. No había pasado por mi mente morirme. No puedo dejar a mis hijos. No quiero reunirme con Alaric y con mi madre.

–¿Por que te descuidas así?– David me dio una mirada  reprobatoria.

–No se, según yo estaba...

–No quiero culparlo pero cuando él se va, te descuidas... comías bien?

Negué con la cabeza.

–Se que lo amas pero primero estás tú, tú Salud. No puedes hundirte en el drama cada que pelean... mírate. ¿Crees que tus hijos puedan vivir sin ti? Bueno es obvio que pueden pero sería un dolor y un vacío muy grande.

Negué con la cabeza.

–Y deja de hacer tus estupidas dietas restrictivas donde solo comes una vara de apio– David parecía mi papá.

–No me puedo descuidar...– me dieron ganas de llorar. Si yo me ponía fea... y con tantas mujeres hermosas que rondan a Anthony.

–Pues descuidada estas, por eso estamos aquí. Sé por donde va todo y me voy a abstener de ponerle más limón a la herida pero si el te ama como siempre pregona te va a querer gorda, flaca, con celulitis, ciega, sin una pata... deja tus bobadas debora.

El doctor volvió a entrar a la habitación para ponerme más medicamento, el cual hizo que me quedara profundamente dormida sin poder seguir llevándole la contraria a David.

Narra Anthony.

Me sentía enojado con debora, quizá más bien decepcionando. Prefirió irse a tratar de solucionar nuestras diferencias y seguir juntos. No la entiendo... no se de que huye.

Si la cague en muchas cosas pero siempre lo arreglamos. Quizá esta vez sea la definitiva. Por más fuerte que sea lo nuestro somos como el agua y el aceite.

Se había ido pero no me había llamado para saber si había llegado bien o para preguntar por los niños. Pase lo que pase siempre voy a preocuparme por ella.

Llame a la casa y me respondió la señora que nos ayuda con el aseo.

–No, no ha venido por aquí.

No quería llamarla, quería darle su espacio pero una corazonada me decía que no estaba bien.

–hola...Anthony soy David...– el estómago se me frunció al escuchar que él estaba contestándome el celular de Deb. Están juntos. Por eso se fue, por eso no ha llamado. Por eso me dejo.

Le colgué la llamada, no dije una sola palabra. Me volvió a marcar con insistencia pero apague el celular. No quería escuchar nada que él, mucho menos ella pudiera decirme por eso me dejo a los niños por que le estorbaban. Le urgía correr a refugiarse en los brazos de su amante.

Tanto tiempo viéndome la cara de pendejo.

Los odio. La odio.

Narra David.

Le respondí el teléfono a Anthony para ponerlo al tanto de lo que estaba pasando y el muy pendejo me colgó. Le regrese la llamada para decirle que su Julieta estaba en su lecho de muerte y el muy idiota seguro está pensando que me la estoy cogiendo en cada rincón de su casa.

Cuando lo único que cojo con debora son problemas y responsabilidades que no son mías.

Y si, debería estar viendo esto como una oportunidad. Deb me fascina, es una mujer hermosa, la quiero y la aprecio pero yo nunca he querido separarlos menos con 3 niños de por medio.

Clandestino t3-t4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora