LXI

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Corrí hacia el baño y agarré bastante papel de baño para limpiar los chorros de sangre que caían por mi nariz. Las gotas de sangre me perseguían.

—¡Estoy harto!

Golpeé varias veces la pared, sentía tanta cólera, tanta desesperación.

Era veinticinco de enero, día de la boda de Ringo y Mo. Deseaba poder estar en el plano en el que todos estaban, pero no podía ¿Cómo hacerlo cuando los síntomas te hacen cada vez más débil? ¿Cuando te van destruyendo por dentro?

Escuché como la puerta de la habitación se abría y luego se cerraba.

—Amor, ya llegué.

Era John. Él había salido desde la mañana para ir hacia la misa dónde Ringo y Mo se casaban. Yo realmente no había podido ir hacia la ceremonia, simplemente me sentía bastante mal.

¿Que sucedería?

—La ceremonia estubo muy bonita. Ringo y Mo se veían muy lindos, hubieras visto a Ringo llorar a todo pulmón.

Me decía. Yo intenté mantener la calma.

—Oh, es que sabes cómo es él. —Dije aguantando el nudo en mi garganta. Comencé a quitarme la ropa para bañarme.

—George y yo nos estábamos riendo de él.

—Oh, que malos son.

Conteste, esforzándome por no romper en lágrimas.

—Ringo me preguntó por ti, le dije que te sentías un poquito mal, pero me dijo que estaba bien. —Escuche cómo se acostaba en la cama. —Que esperaba verte en la fiesta.

—Ah, si. —Abrí la regadera y me metí hacia la ducha. —Me daré un baño.

—¿Y que tal si te ayudo? —Se escuchó la televisión.

—Oh, Johnny. —Trague y comencé a tallar mi cuerpo. —No ahora.

—Paulie...Cuando termines de bañarte ¿podríamos hablar?

Sentí una presión en mi pecho, pero tuve que decir "¡Si!"

Luego de tallar todo mi cuerpo comencé a lavar mi cabello. Dejé caer el shampoo y moví las yemas de mis dedos sobre mi cabeza creando la espuma.

Cuando finalice, agarré una toalla y comencé a secar mi cuerpo.

Solté un gemido de dolor al haber pasado la toalla por un moretón.

—Ahg...—Murmuré. —Espero que no se haga más grande.

Seguí secando mi cuerpo y comencé a vestirme. Subí mis boxers y luego coloque mi camisa de vestir blanca, seguido de mis pantalones. Coloque un poco de perfume y desodorante.

Rápidamente tomé el maquillaje y con una pequeña esponja comencé a cubrir los moretones de mi cara y manos. Debía ser sincero... Aquellos moretones me daban pena, más si se traba de mostrar mi cuerpo a John.

No le había permitido desnudarme cuando teníamos sexo, pedía que apagara las luces y solo teníamos sexo en la noche. Luego, esperaba a que él durmiera para poder quitarme el maquillaje y despertaba desde muy temprano para maquillarme de nuevo.

Si, era frustrante y agotador, pero cuando John venía a mi y me abrazaba y siempre me deba mimos, besos y cariño...Dios, podría jurar que mi tristeza se desvanecía, mi realidad se volvía una buena fantasía y en ella me sentía con seguridad.

Finalice y tomé mi ropa sucia. El cesto estaba al lado y la eche ahí, fui hasta la cama y me senté.

—¿De que hablaremos?

John apagó la televisión y me miró.

—Paul, últimamente me he sentido algo extraño. Quiero decir, siento que no estoy haciendo un buen papel como novio.

—Pero si lo haces bien, Johnny.

—Escucha, Paulie. Te amo ¿Lo sabías? —Yo asentí y él tomó mis manos. —Y yo quiero estar hasta mi último día a tu lado, quiero que ambos estemos bien, quiero que ambos cumplamos nuestras metas y propósitos, pero para eso debemos tener comunicación. Quisiera escucharte decir que te sientes bien o mal, que te duele la cabeza o si quieres salir a pasear conmigo y con Sean, si quieres pasar solo un rato conmigo conversando o si quieres estar con tus amigos. —Relamio sus labios y se quedó en silencio por un breve momento. —Sé que a veces no me dices que te sientes mal para no preocuparme, pero Paulie, amor, eso es lo que más me preocupa, que no me digas las cosas. —Tomó el borde de la manga de mi camisa y la levantó hasta mostrar mis moretones. —Eso es a lo que me refiero.

—L-lo siento. —Cubrí mis ojos con ambas manos y comencé a llorar. —Es que...yo no quería preocupar a nadie.

—Entiendo eso, amor. Sé que no nos quieres preocupar y sé que no te gusta vernos mal, pero a mí tampoco me gusta verte mal, eso me destruye. —Tomó mis manos y limpio mis lágrimas con el borde de sus mangas. —Te amo y no hay nada que me haga más feliz que verte sonreír, sé también que esa depresión por la que pasas puede retrasar tu proceso en muchos aspectos, pero me tienes aquí,  estoy cada minuto aquí para escucharte y darte todo mi amor.

—Lo sé, me queda claro. —Limpie las lágrimas que seguían saliendo. —Es que me siento tan...tan triste, me duele no poder hacer muchas cosas que desearía, cumplir más tus expectativas.

—Paulie, tú lo haces. —Me abrazo fuerte. —Tu eres mi definición de expectativa y perfección. Realmente me desespera el hecho de no poder hacer mucho por esa maldita depresión, pero Paulie... Yo estaré aquí. Recuerda que debemos estar bien ambos, debemos permanecer de pie y adelante, vamos a lo más alto de las cimas, Paulie.

Suspiré y lo abrace muy fuerte.

—Gracias por quedarte a mi lado.

—Gracias a ti por aparecer en mi vida.

Beso mi frente.

—Ahora mi amor, hay que arreglarnos bien que esa maldita fiesta debe ser opacada por la mejor pareja de toda Europa.

Se levantó entusiasmado y me agarró de las manos y me levantó de la cama.

—Permítame abotonarle esa camisa tan bonita. —Y comenzó a acomodar mis botones. —Y también permitame, luego de terminar esto darle un par de besos.

—Tienes mi permiso.

Él se apresuró a hacerlo y me tomó de la cintura para darme tres besos cortos.

—Te amó.

—Yo lo hago más.

"Red lips" ·McLennon·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora