CAPÍTULO 36

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–Sí, hace rato con los niños.

–¿Llevo tanto tiempo dormido?

–Sí.

–¿Por qué no me despertaste?

–Porque estabas cansado y a lo que me cuentas, no te dejé dormir.

–Estaba un poco cansado.

–Lo sé, por eso no te desperté.

–Te ves preciosa hoy.

–Gracias. – le sonreí.

–No tienes que agradecer cuando te dicen la verdad.

Adam continuó desayunando, cuando terminó, me llevé los trastes y él se fue a duchar, lavé los trastes y cuando terminé me senté en la sala a ver a los niños jugar, Adam llegó, se sentó a mi lado, me rodeó con su brazo, recargué mi cabeza en su hombro.

–¡Buenos días niños! – les gritó.

–¡Buenos días dormilón! – le dijo Evan.

–¡Buenos días flojo! – le dijo Ethan.

–Que malos son – les dijo y se rieron – por lo menos mami si me quiere – me abrazó y depositó un beso en mi sien – es mía y no comparto – se levantaron los niños y se acercaron a nosotros.

–No, ella es de nosotros. – dijo Ethan.

–Sí, es nuestra mamita. – dijo Evan.

–Sí, nuestra mamita linda, bella y preciosa. – dijo Ethan.

–Que lindos mis peques. – les di un beso en la frente a cada uno.

–¿Verdad que eres de nosotros mami? – dijo Evan.

–Sí, soy de ustedes y de papi. – dije abrazando a Adam.

–Ouh. – dijeron ambos.

Los niños se fueron a jugar y yo me acosté en el sillón, poniendo mi cabeza sobre el regazo de Adam, los niños se volvieron a acercar unos minutos después, se pararon frente a nosotros con sus manitas atrás.

–Mami, papi. – dijo Ethan.

–¿Qué pasa? – preguntó Adam.

–Ethan y yo queremos ir a dar un paseo por el sendero.

–¿Quieren ir a pasear? – pregunté.

–¡Sí! – contestaron ambos.

–Por mí está bien. – les dije.

–Por mí también. – dijo Adam.

–Entonces vayan por sus abrigos que afuera hace frío. – les dije.

Ambos subieron a su habitación corriendo por sus abrigos, iba a levantarme para ir por mi abrigo y el de Adam, pero él me lo impidió.

–Yo voy por los abrigos. – dijo.

–Gracias.

Me senté en el sillón y él se levantó para ir por los abrigos, los peques bajaron corriendo y poniéndose los abrigos, cuando llegaron a donde estaba yo se pararon frente a mí, les ayudé a cerrar sus abrigos y cuando terminé, Adam llegó y me entregó mi abrigo, nos pusimos nuestros abrigos y los peques le pusieron la correa a coco, salimos de la casa para ir a pasear, los niños llevaban a coco, nosotros íbamos detrás de ellos, cuando entramos a el sendero, todo era precioso, había muchos pinos muy altos, era un paisaje hermoso.

–Es precioso. – dije.

–No más que tú. – dijo Adam.

–Que tierno señor Hoult.

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