Timeless

38.

La noche fue medianamente tranquila. No pudieron evitar los gritos de victoria de los enemigos al ver que ellos se echaban para atrás y que aparentemente huían, pero era lo mejor. Dar un pequeño para atrás, significaba un gran impulso hacia delante, o quizá una gran caida, pero la mejor forma de averiguarlo era intentándolo. No sería hasta que ya saliera el sol y comenzara la lucha de nuevo que podrían decir si habían perdido definitivamente o tenían una oportunidad de revancha.

Antes del alba, los soldados se encontraban en sus puestos, a la espera. Con el aceite de ballena en lo alto a rebozar, goteando solo un poco. Había mucho silencio, y sus soldados tenían grandes esperanzas de ganar ese día. Los enemigos habian ganado la batalla del día anterior, pero la guerra aún no había terminado. Quizás tenían una mejor motivacion por la victoria, pero sus soldados, ahora tenían sed de venganza, además de estar descansados y curados en la medida de lo posible.

El sol comenzó a verse desde el horizonte, y ya se podian ver sombras de los soldados enemigos, andando cuidadosamente, ya que no había nadie fuera porque todos los soldados de Wonho estaban escondidos para la emboscada.
Los enemigos llegaron hasta la puerta de la segunda muralla sin problemas, casi cantando victoria mientras comenzaban a golpear la puerta con un tronco de madera, para derribarla, creyendo que al entrar lo único que se encontrarían sería a un pueblo desprotegido y listo para ser arrasado hasta las cenizas, pero no se esperaron que después del tercer golpe, el aceite comenzara a caer desde lo mas alto directo hacia sus cabezas.

El capitán estaba a cierta distancia montando a Xena, y fue así como desde su caballo, y usando una flecha en llamas, apuntó certeramente al aceite que caía provocando una gran lluvia de fuego que se precipitó, quemando a todos los enemigos que se encontraban debajo.

Por lo menos se habían quemado vivos mas de 30 soldados del otro bando. Ademas del fuego, hubo una lluvia de flechas que fue dirigida a quienes no le alcanzó el fuego. Mientras estos estaban ocupados apagando a sus compañeros que ardian e intentando identificar de donde venían los ataques para responder de la misma manera, se abrieron las puertas que habían permanecido cerradas y comenzaron a salir innumerables soldados desde ahí y desde algunas casas, dando el golpe perfecto al enemigo.

La tropa de Wonho se quedó atrás, esperando el aviso de que las tropas de ayuda habían llegado. Cuando salieron todos los soldados, cerraron las puertas de la segunda muralla, para evitar que algun enemigo se colara en el caos de la batalla.

Wonho se encontraba impaciente sin poder hacer nada, sólo podía escuchar el ruido de las espadas y los gritos de sus hombres y de los enemigos en batalla. Habían comenzado muy bien, esperaban terminar así de bien, con las menores bajas posibles. Y así, después de varios minutos u horas insufribles, se escuchó por fin el aviso de la ayuda. Rápidamente se unieron a la batalla sin esperar mucho más, y la tropa de Wonho salió a la carga para escoltar a los galenos.

Desde su caballo, Wonho atacaba con su espada, cortando las cabezas de sus enemigos hasta llegar donde estaban los galenos. Sus hombres junto a los de la ayuda rodearon a los galenos y los condujeron como un escudo humano hasta el interior de la muralla. Una vez que pasaron la puerta y se encontraran a salvo los galenos se pusieron inmediatamente a trabajar y los hombres encargados de escoltarlos regresaron a la batalla, incluyendo a la tropa de Wonho y a él mismo, pero tan pronto como salieron de nuevo por la puerta de la muralla, una flecha enemiga se clavo justamente en su antigua herida, provocando que cayera de su caballo, el cual huyó rápidamente de allí, poniendose a salvo.

Wonho sentía que se habia comido el suelo debido a lo aparatosa que fue su caída, le dolían las costillas, el brazo, y tenía tierra en la cara, seguramente con algunos arañazos provocados por las pequeñas piedras y la caída.