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El capitán salió del castillo a gran velocidad, dirigiéndose su caballo sin mirar atrás. Se sentía mal, e incluso traicionado de alguna manera, a tal punto de que había aparecido un nudo en su garganta que le indicaba lo vulnerable que se sentía.

Odiaba sentirse así.

El capitán no salió en la noche anterior hacia su deber porque quería despedirse del Príncipe Hyungwon antes de marcharse, ya que no sabía cuando volvería a palacio y no quería irse de nuevo sin avisar. Esperó a la mañana porque le habían comunicado que Hyungwon se fue temprano a sus aposentos, así que una vez que Xena estuvo preparada se dirigió al comedor, que era el lugar donde le habían indicado que estaba el príncipe, pero después de ver lo que vio, se preguntaba si su idea había sido buena o mala. No esperaba ver aquella escena que le resultaba difícil de ver.

Saur y Hyungwon estaban tomándose demasiadas confianzas. No podía borrar de su mente como su hermano sostenía la mano del príncipe y este se dejaba tocar de aquella manera. Lo peor de todo es que se sentía un tonto por haber retrasado su salida por nada.

Una horrible sensación invadió su cuerpo. Una sensación que nunca más pensó volver a sentir.

Eso ya había pasado.
La historia se estaba repitiendo.

Unos años atrás Saur hizo lo mismo con la princesa Ivrisia cuando él estaba cortejandola, apartándola de su lado descaradamente hasta lograr que fuera su futura esposa. Pero no entendía qué quería del príncipe y por qué precisamente tenía que ser él y no otra persona del reino.

No quería odiar a su hermano, de verdad quería cumplir con los consejos de su difunto padre acerca de mantenerse unidos pero mientras más lo pensaba, más pesado se volvía el dolor en su pecho.

Estaba tan cegado por el dolor que ni siquiera se había dado cuenta que iba cabalgando demasiado rápido con Xena, y que a pesar de ser una yegua bastante fuerte, esta ya se estaba agotando.

Soltó un fuerte suspiro al darse cuenta.

— Perdóname Xena... —dijo reduciendo la velocidad— estoy enfadado y lo estoy pagando contigo.

Acarició al animal y en cuanto la velocidad se redujo lo suficiente, se bajó del caballo y continuó a pie, mientras tiraba de Xena, pues quería que descansara un poco después de haberla sometido a una presión innecesaria.

Ya había salido del reino, estaba en medio de un camino. Normalmente ese mismo recorrido le tomaba horas, pero ese día iba solo, por lo que pudo correr todo lo que quería y sumando a eso su enfado, todo se redujo a minutos.

Mientras caminaba trataba de distraerse con cualquier cosa, pero en la soledad, su mente solo podía repetir la misma escena una y otra vez. En ocasiones, arrepintiéndose de haberse ido y no discutir, pero en otras pensaba que había hecho lo mejor porque según su criterio muchas veces es mejor dar un paso atrás, para después avanzar un paso más largo. No quería que por estar muy enfadado lo estropeara todo, era mejor enfrentar los problemas fríamente y con calma.

Después de estar varias horas caminando, volvió a subirse a su caballo para continuar más rápido y siguió de aquella manera, un par de horas a pie, otras cabalgando y otras simplemente deteniéndose para alimentarse y también a Xena.

Sabía que pronto anochecería y todo lo que quería era llegar a su destino y por fin encontrarse con la brigada tercera, la cual debería estar en la frontera o cerca de ella.
Pero le tomaría varios días llegar, además de la estadía y solo podía pensar en el príncipe, esperando que no se olvidara de él al pasar todo su tiempo con Saur.

Como iba solo, aquella noche no pudo descansar, por lo que continuó avanzando lentamente subido en Xena. No se percató de la hora que era, hasta que los primeros rayos de sol empezaban a asomarse por encima de las copas de los árboles a los lados del camino. Entonces, pudo distinguir una extraña figura a una cierta distancia, acercándose a él.

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