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Dolía. No sabía exactamente dónde pero sabía que dolía y mucho, quizá el dolor era tan intenso en todo su cuerpo que por eso no podía identificar su origen. Su visión era nula, todo lo que había era oscuridad frente a sus ojos y aunque no quisiera, habían palabras de desprecio siendo escupidas a su cara con tanto odio que lo hacían sentirse minúsculo.

El príncipe Hyungwon siempre fue fuerte emocionalmente aunque su cuerpo no lo fuera, pero en esa ocasión se sentía como aquella vez cuando se despertó en medio de la noche creyendo que había tenido una pesadilla con que su mamá se había ido para siempre, y lloró en su cama llamando a su padre en medio del llanto porque aunque ya se consideraba «un niño grande» en ese momento estaba aterrorizado y confuso como para correr por los pasillos del palacio hacia la habitación de su padre.

Cuando el hombre llegó pensó que su dolor se pasaría, que realmente no habría más nada que temer, pero la verdad es que su pesadilla no se trataba de un simple sueño, era su realidad también. Mamá se había ido para siempre.

Al pensar en aquella experiencia el príncipe Hyungwon se sintió desamparado y solo. No soportaba más la tortura, no quería pasar más tiempo en esa situación y su desesperanza lo rompió en millones de trocitos, tan fuerte gritó que su seca garganta ardió.

—¡Papá! —le llamó sin consuelo, intentando liberarse de los grilletes. —¡Papá, no lo soporto más! —gritó en medio del llanto. —Sácame de aquí, te lo suplico... —mencionó antes de que su voz se rompiera.

Cualquiera con un mínimo nivel de empatia habría llorado con él al escuchar sus lamentos, pero la verdad es que tras sus gritos sólo se escucharon unas fuertes carcajadas del grupo de hombres que estaban ahí. Rieron por mucho tiempo como si hubieran escuchado el mejor chiste del mundo.

—Oww, el bebé está llamando a papito. —se burló uno de ellos dándole una palmada en la cara. —¿Alguien puede traer un biberón y un pañal? Creo que su alteza el príncipe heredero necesita un poco de atención.

Un chorro de agua fría se derramó sobre su cabeza, mojando nuevamente su cuerpo húmedo hasta los pies, haciendo doler todas sus articulaciones.

En aquel momento sentía que su cuerpo ya no podía más, pero sabía que debía regresar al reino con su padre, todavía quería ver aquella orgullosa sonrisa brillar por verlo lograr las cosas que tenía planeadas. Realmente no podía morir ahí.

¡El príncipe Chae Hyungwon no moriría ahí!

—Papá... —susurró lamiendo las gotas de agua que se escurrían por su cara para poder refrescar su herida garganta. —Papá... ¡Papá!

De repente abrió los ojos sobresaltado y miró a su alrededor donde estaban algunas personas conocidas, y su padre también estaba ahí, sosteniendo su mano al borde de las lágrimas.

—Papá está aquí, Hyungwon... —le susurró con una débil sonrisa. —Eso sólo fue una pesadilla, todo está bien ahora.

El confundido príncipe Hyungwon quien apenas había recobrado la consciencia después de la chocante mezcla de emociones que tuvo al encontrarse con su padre, no pudo disimular las lágrimas que corrían en sus mejillas. No sólo sabía que aquello no era una pesadilla, sino que estaba seguro que se trataba de un mal recuerdo del tiempo que permaneció cautivo con los enemigos.

Agobiado por el dolor emocional de recordar tal cosa, soltó la mano de su padre que lo sostenía y evitando toda etiqueta de la realeza y volvió a ser aquel niño que despertó en medio de la noche con un mal recuerdo, y abrazó a su padre sabiendo que aunque la pesadilla fuera parte de su realidad, no estaba solo, tenía a su padre con él.

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