7.

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Wonho llevó a Hyungwon de nuevo hacia su dormitorio, donde se despidieron en la puerta. El príncipe entró en la que era su habitación y allí se encontraba la nueva ropa que debía usar esa noche, por la supuesta fiesta en su honor.

— ¿Yo un príncipe? —soltó una risita con sarcasmo— Si, claro... —dijo mientras miraba la ropa extraña, aun negando en su mente lo que le decían que era— ¿es que no pueden usar ropas normales? —bufó tratando de adivinar iba a ponerse esa ropa— yo no soy nadie. —decía para sí mismo, mientras negaba con la cabeza— un príncipe, de verdad que locura...

Se quitó la extraña ropa que se había puesto esa mañana para ponerse otra del mismo estilo, pero mucho más elegante. Si viviera en la antigüedad y viera a alguien con esa ropa, sí creería que esa persona fuera un príncipe. Pero él, no podía creer lo que los demás decían, era una locura.

Se terminó de vestir con aquella prenda de color negro con detalles bordados, seguramente de oro o algo parecido. Era pesada de llevar, pero muy elegante, demasiado para él, ya que a él le encantaba ir en ropas anchas, ligeras y muy cómodas. Exceptuando para el trabajo que debía de llevar un odioso traje incómodo.

Una vez listo, viendo que ya no entraba mucha luz del sol por la ventana, reunió el suficiente animo como para salir de la habitación y aventurarse por el enorme pasillo oscuro, donde seguramente iba a perderse y tendría mucho miedo. Pero grande fue su sorpresa, cuando al abrir la puerta, se dio cuenta que allí se encontraba Wonho con su firme postura, como si esperara por él.

— Oh, Wonho... —dijo sorprendido.

Salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él, entonces el capitán le sonrió con amabilidad.

— Pensé que aún se sentiría perdido como para llegar al salón de fiestas solo, por lo que... ¿me haría el honor de ser su guía una vez más? —cuestionó con ese toque formal y amable de su voz que Hyungwon no pudo ignorar.

No contestó inmediatamente, sino que por primera vez, o quizás fue gracias al traje que llevaba sumado a la brillante luz de las lámparas de aceite de la pared, que pudo apreciar lo musculoso que era ese hombre. Demasiado.

— Si, claro. —contestó después de un rato al darse cuenta que no había dicho nada por estar ensimismado viendo al capitán bajo la iluminación de las lámparas de las cuales no había notado su existencia durante su recorrido en el día.

El recorrido hacia el salón de la fiesta comenzó por los pasillos, bajaron por unas escaleras y después de eso ya se empezó a escuchar la música y el murmullo de gente hablando. No podía descifrar con exactitud cuanta gente había en el lugar, pero parecía haber bastante gente reunida en su honor, tomando en cuenta que no conocía a nadie más de esa ciudad de locos.

Al llegar, los guardias que se encontraban vigilando aquella gigantes puertas de madera tallada, hicieron una reverencia y finalmente las abrieron, dejando frente a sus ojos una escena que no se ve todos los días.

Era un gran salón, totalmente despejado para bailar, aunque ahora estaba completamente lleno de personas las cuales bailaban, hablaban y bebían. Aparte había un espacio donde se encontraban los músicos que como era de esperarse tocaban clásica, aunque al menos era alegre.

Antes de llegar donde todo el mundo se encontraba había que bajar una escalera que era increíblemente ancha y bien decorada para ser solo una simple escalera. Entonces, mientras bajaban la escaleras para llegar al lugar que Wonho había indicado, un hombre que con un gran torrente de voz, anunció su llegada, interrumpiendo por un segundo la música y llamando la atención de todos los presentes.

— ¡El Capitán General de nuestro reino Namélar, Shin Hoseok. Y el príncipe del reino de Hylia, Chae Hyungwon! —exclamó a gran voz sorprendiendo al menor que no tardó en sentirse avergonzado al sentir la mirada de todos sobre él.

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