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De entre todas las cosas que se imaginó que volvería a hacer, pisar la oficina de su odioso trabajo jamás estuvo en la lista. Sin embargo ahí estaba, tomando el transporte público en medio del ruido de la gente y la ajetreada ciudad con rumbo hacia el trabajo apenas un día después de haber sido dado de alta.

Tontamente la noche anterior todavía había deseado que al dormir volviera a despertar en el castillo junto al rey Saur, con Wonho, Ivrisia, su padre, pero al igual que en las anteriores ocasiones, no pasó.

Ese trabajo de oficina era tan poco motivante como lo recordaba y para poner las cosas peores, tenía nuevos compañeros que no conocía, pero ni siquiera se acercó a hablar con ellos porque no tenía ánimos de fingir ser una persona sociable y alegre como el resto.

El jefe continuaba siendo el mismo, todo el tiempo estaba metiéndole presión para que terminara los informes y seguramente después regresaría a casa, a estar solo nuevamente.

Y efectivamente tenía razón.

Antes, en aquel mundo de locos se despertaba teniendo que aprender el significado de un escudo, nombres raros, tácticas de guerra, modales y ética de la realeza, literatura antigua, incluso su propio árbol genealógico. Todo era nuevo e interesante sin importar el día pero su vida real no se parecía ni un cinco por ciento a eso.

Toda su vida era monótona, solitaria y aburrida, y seguía igual incluso después de volver.

Todavía tenía que despertar mucho antes de que el sol saliera, desayunar una taza de café, tomar el mismo autobús que casi siempre llevaba a las mismas personas amargadas de siempre, que al igual que él eran infelices en sus trabajos mediocres. Todavía tenía que soportar los errores de sus compañeros que le complicaban su trabajo, las bromas tontas que no entendía, las preguntas del por qué todavía no se había casado, la presión de su jefe, la poca paga, las horas extras, la gente ruidosa en el autobús de regreso, la cena fría y las noches de insomnio. Y si a eso le agregaba la investigación de la policía con sus mil preguntas respecto a la situación que lo había llevado al coma,  las cuales no sabía responder porque no recordaba nada, todo se volvía más estresante.

No entendía por qué en aquel entonces cuando llegó a la «tierra de locos» deseaba tanto regresar a ese deprimente lugar cuando tenía un sitio tan maravilloso delante.

Después de dejar sus cosas tiradas por ahí, abrió la alacena y sacó un tazón de ramen instantáneo que compró en la única tienda abierta que había durante sus compras domingueras. Lo preparó y se dispuso a comerlo sin interés alguno.

Cenando el ramen precalentado al microondas y viendo a través de la ventana del apartamento, le vino un recuerdo muy vívido, pero estaba seguro que ese recuerdo no era suyo, pues en él vio al joven príncipe que se encontraba comiendo junto a Wonho en una de las cenas de las familias reales de la alianza. Ambos estaban sentados uno al lado del otro y por casualidad se miraron entre sí y su mirada se tornó en una de complicidad que no pudieron evitar. Después de eso sonrieron avergonzados y continuaron comiendo el manjar en silencio. Pudo observar como claramente ambos llevaban el collar que tenía tanto significado y lo estaban presumiendo descaradamente al dejarlo al descubierto. Pero lo que más cabía destacar de ese recuerdo no era la cena, la complicidad o los objetos, más bien lo que destacaba era el hecho de que... Eran felices.

Hyungwon dejó su comida, sin ganas y ni ánimos de continuar comiendo, y se tumbó en la cama.

Con las luces apagadas veía en el techo, como las luces de los coches lo iluminaban al pasar por la carretera de enfrente, aunque a veces veía algo que brillaba en la esquina de la habitación, seguramente por algún reflejo de luz.

Soltó un gran suspiro sintiéndose un muerto en vida, ya que todavía le faltaban algunas cosas por hacer ese día como por ejemplo quitarse el traje que todavía llevaba puesto, darse una ducha, ponerse el pijama, organizar unos papeles y quizá hasta debería organizar un poco el apartamento que desde que volvió estaba igual de desordenada, o incluso peor. Pero no tenía ganas de nada, lo único que quería era quedarse ahí tumbado hasta dejarse morir si era necesario.

Mientras seguía mirando al techo y pensando en el nulo sentido de su corta vida, la luz de un nuevo coche iluminó su apartamento y con ello, el reflejo de luz volvió a hacerse presente.

Ya lo había ignorado un par de veces pero esa vez lo distrajo de sus pensamientos y se dio cuenta que en realidad él no tenía nada que emitiera luz aparte de la lámpara de su mesita de noche, y tampoco algo que reflejara tan bien la luz como ese objeto que vio. Entonces, sin resistirse a la curiosidad se levantó y miró qué era.

Estaba en la bolsa del hospital que desechó tan pronto como llegó al apartamento. Ahí se encontraba su móvil muerto y otras cosas, entonces tomó la bolsa y sentándose en la cama empezó a investigar lo que llevaba en aquel día del supuesto accidente del cuál no tenía recuerdos.

Realmente no habían muchas cosas aparte de lo habitual, sólo el reloj que creyó que había perdido y un pañuelo que solía llevar, pero justo cuando estaba por desechar la bolsa en la basura, una fina cadena se deslizó por su mano y la salvó justo a tiempo, pero al prestar atención su corazón se aceleró en demasía y sus manos empezaron a temblar.

—Esto no lo llevaba… —susurró en medio del susyo y la confusión. —Esto… esto es el collar que tenía a juego con Wonho... —dijo observándo el dije de cerca. —¡¿Qué demonios?! —exclamó. —¡¿Cómo llegó esto aquí?!

Rápidamente encendió la luz de su habitación para asegurarse que no fuera una ilusión causada por su propia desesperación pero efectivamente, era el collar que usaba con Wonho en aquel entonces, según los recuerdos del príncipe en aquel lugar donde, según los médicos, era solo un sueño o ilusión creada por su propia mente.

—¡Es real, es real! —dijo sin poder contener sus lágrimas de emoción por tener al menos un pedacito de aquel sitio que tanto extrañaba. —¿Si me pongo el collar regresaré? —se preguntó a sí mismo en voz alta y no tardó en intentarlo. —Por favor, por favor... —repetía mientras sus manos temblaban de emoción, colocándose el collar. Sin embargo, nada pasó.

Su corazón desilusionado se estrujó en su pecho y después de soltar un par de lágrimas, se dejó caer de espaldas en la cama y con mucha tristeza agarró el collar mientras aún lo tenía puesto y comenzó a llorar mientras suplicaba con todo su corazón.

—Por favor... —susurró con un nudo en la garganta. —Por favor, quiero regresar, déjame estar de nuevo con Wonho... —suplicó desde el fondo de su corazón, pero nada sucedió y sólo soltó un largo suspiro de cansancio. —Quizás debo dormir... Sí, eso debe ser...

Apagó de nuevo la luz, y sin soltar el collar, trató de dormir con él mientras repetía una y otra vez sus deseos frente a la única pieza que unía ambos mundos antes. Pero...

¿Realmente había una posibilidad de volver?

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