2.

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No sabía cómo sentirse en medio de aquella situación.

Seguía pensando en que se trataba de una broma de mal gusto que no era para nada graciosa pero el rostro molesto de aquel hombre le hacía dudar de su suposición.

No hubo respuesta a su pregunta, simplemente una señal con la mano que dudaba que fuera algo bueno.

La espada fue apartada de las cercanías de su cuello y por fin sintió que pudo respirar normalmente. Pero la felicidad dura poco.

— Ponedle los grilletes — gruñó el molesto hombre.

Al ver al resto de hombres acercarse entró en pánico.

— ¡Espera! — levantó sus manos en señal de que intentaba calmar el asunto — espera... ¿Podemos hablar esto como gente civilizada? ¿Eh?

Sonrió con nerviosismo mientras sentía todas las miradas encima suyo, y la mayoría de miradas le daban a entender que quizá poner resistencia no era la mejor opción.

— ¡Apresuraos! Tenemos que partir ya — gritó mientras le lanzaba a Hyungwon una mirada que sintió que le atravesó el hasta el alma.

En ese momento una nueva espada fue apuntada hacia él y antes de que pudiera reaccionar, sus manos ya estaban siendo atadas fuertemente por las habilidosas manos de uno de los hombres. Además de los grilletes bien apretados, le ataron con cuerda, lastimándole las muñecas.

Pensó efímeramente en defenderse, pues aunque no tuviera mucha habilidad y fuerza con sus manos, sabía muy bien que tenía piernas largas y una buena patada en el lugar correcto podría darle una oportunidad para huir, pero en cuanto intentó mover su pierna derecha se dio cuenta que estaba inmovilizado también, aunque al menos sus piernas no estaban amarradas entre sí.

Abatido por su mala suerte levantó su mirada en busca de un regateo con el hombre que parecía ser el líder de esos hombres con extrañas ropas y forcejeó.

— ¡Oye, tú! — el hombre se giró para mirarlo — mira, no sé quién eres ni porque me estás haciendo esto pero... Puedo pagarte ¿vale?

El hombre lo miró con confusión.

— ¿Pretendéis cohecharme?— frunció el ceño.

Suspiró contento de pensar en que el hombre estaba considerando su idea.

— Si, es decir... ¡Ah! — sintió como alguien tiraba de las cuerdas que estaban atadas a sus tobillos, obligándolo a caminar un poco más cerca hacia el hombre — te pagaré lo que sea que ellos te hayan dado por hacerme esto.

El hombre negó levemente.

— Soy un hombre respetable y con dignidad, mi lealtad a mi señor no tiene cuantía y mucho menos romperé mi honor y orgullo por un miserable — la firmeza y soltura de sus palabras lo hizo sentirse un poco molesto.

¿Honor y lealtad a la gente que es capaz de dejar a uno de sus compañeros tirados en medio de la nada?

— Escúchame... — suspiró intentando contenerse — no sé cuanto valga tu "honor y lealtad" hacia esos imbéciles — el resto de hombres lo miraron, totalmente asustados — pero ¿qué te parece si lo negociamos? — el hombre lo miró indignado — quizá no sea suficiente, tengo un simple trabajo mediocre en una oficina llena de tontos, quizá tenga que dejar de pagar la renta un par de meses si pides mucho y eso pero lo haré... — dijo con una firmeza inquebrantable — además, tengo descuento en un buen bar de la avenida, quizá podría invitarte y a tus hombres si gustas...

Sonrió orgulloso de que sus palabras hayan sido firmes y no estuviera tartamudeando frente a un extraño.

Pero su sonrisa se esfumó en cuanto el hombre lo tomó por la camisa con mucha molestia.

— ¡Nada! Nada de lo que me ofrezcáis, ninguna cuantía hará que altere mi lealtad hacia mi rey   — entonces lo soltó.

Gracias a que tenía sus tobillos atados, no pudo mantener el equilibrio correcto y acabó en el suelo con el trasero adolorido.
Tras que cayó fue rodeado por el resto de hombres molestos con trajes extraños que no había mirado con detenimiento hasta que cayó al suelo. Las costuras parecían de una calidad impresionante y tenía detalles en dorado que de no ser porque sabía que el oro era demasiado caro para una broma, hubiera creído que los detalles tenían oro real.

Fue sostenido de los brazos por dos fuertes hombres que parecía que tenían la intención de lanzarlo lejos.

— Es en serio lo de las cervezas... — se rió con nerviosismo mientras miraba al líder — ¿no se te antoja? ¿Qué tal el vodka?... ¡Ah!

Antes de que pudiera reaccionar a algo, había sido levantado del suelo como si fuera una pluma y lo sentaron sin delicadeza sobre un caballo de ellos; cosa que le resultó más que dolorosa tomando en cuenta todas las veces que se había golpeado el trasero en ese día.

Apretó los ojos sin poder hacer nada más que soltar un grito, pero los abrió al sentir como sus pies estaban siendo atados al caballo y sus manos a la montura.

Mientras eso ocurría el líder se acercó a él y lo miró con desprecio.

— Permanezca en silencio y como perciba algún mísero ruido o murmullo, será tu desenlace — entonces el hombre se giró y subió al caballo que era el primero de toda la fila.

No tenía más ánimos de discutir, porque sabía que probablemente terminaría con más dolor en el trasero del necesario, así que se dispuso a obedecer.

El camino fue totalmente silencioso.

Hyungwon no quería emitir ni siquiera una queja, ya que no quería que lo mataran u otra cosa, pero sus piernas dolían de la postura que tenía que mantener en el caballo, además que no estaba acostumbrado a montar en uno.

Y no solo eran las piernas, su cabeza también dolía desde que despertó. Y de andar durante todo el día tenia sed y hambre, pero ahora con las ataduras tan fuertes, sentía que se le dormían las articulaciones.

El silencio del camino fue interrumpido por la charla de los otros hombres, mientras el líder los ignoraba totalmente, como si ya estuviera acostumbrado a las charlas de aquel grupo que lo acompañaba.

Él también había estado ignorando las charlas de los hombres, porque algunas no las entendía, otras parecían sacadas de un libro de cuentos y otras sinceramente no eran interesantes.

Pero hubo una pregunta que llamó su atención.

— ¿Que le sucederá? — pregunto el que parecía el más joven de los hombres.

A quién se lo pregunto se encogió de hombros ignorándolo pero Hyungwon también quería saber la respuesta, así que se quedó atento.

— El señor dictaminará que hacer — contesto finalmente.

Pero de repente su caballo paró de andar y el líder lo miró, para después mirar a sus hombres.

— Es evidente que este hombre tendrá una cita con la horca mañana a primera hora de la mañana... Apresuraos y dejaros de cháchara... — sentenció el líder arrebatando el último rayo de tranquilidad que él tenía.

Quiso discutir, quizá defenderse pero... ¿Valia la pena?

¿Una horca?

¿Así acabaría?

¿Cuál era su delito?

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