Capítulo V

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Doscientos años antes. El Olimpo

Miguel

Diez, de los doce regentes, están ante mí. Sentados en sus enormes sillas intentando asemejarse a mi señor, Dius todo poderoso.

Mis pensamientos hacía ellos no han cambiado en los últimos trescientos años, pero no puedo juzgarlos, mi cargo y mi deber me lo prohíben.

El aura de grandeza es más intensa en el medio, donde están ubicados los hijos de Cronos, Zeus y Ares, los máximos regentes.

—Arcángel - me dan la bienvenida.

—¡Gracias por recibirme nuevamente! - me inclino levemente en señal de respeto. 

No es obligación pero aun así lo hago.

—¡Es un placer para nosotros tener a la última deidad creada por Dius! - expresa Dionisio, dios de segundo rango.

Los únicos capaces de crear dioses eran Zeus y Ares. El primero aun lo seguia haciendo, el segundo, en cambio había desistido.

Aquellos que nacieron gracias al primero, eran conocidos como dioses de primer rango y los que nacieron gracias a Ares, eran conocidos como dioses de segundo rango.

Cada uno, tenía un puesto y un poder específico, el cual los ayudaba a llevar adelante sus tareas en el olimpo.

—¿Qué te trae ante mí? - me interroga el dios del rayo.

—Los acuerdos de paz están llegando a su fin, mi señor desea volver a firmarlos - puedo notar como su mirada se endurece después de mis palabras.

—El mensajero de la paz - habla Ares claramente en tono de burla.

La arrogancia de sus palabras es uno de los principales motivos de mi repudio hacía ellos. Se creen con el poder de humillar y someter a los demás según sus estúpidas exigencias.

Los siglos que han pasado, me dan la razón, solo es necesario echar un vistazo y ver, la maldad y la destrucción que sus actos fueron dejando.

—¡Y el jefe del ejército celestial! - reafirmo mi posición ante ellos. 

Sus burlas no me alcanzan, mi poder es tan grande como el suyo. Ellos podrán ser dioses, podrán tener grandes poderes y dominar el mundo, pero yo no soy un don nadie.

Soy el último ángel creado por Dius. Mis habilidades e inteligencia me ayudaron a ascender como arcángel, ubicándome al mando del ejército celestial.

—¡Estamos de acuerdo con volver a firmarlos! - responde Zeus mirando a sus regentes, quienes asienten ante sus palabras.

Como si tuvieran otra opción. Vivir en el olimpo, es como vivir en una dictadura, condenados a cumplir los deseos y órdenes de sus comandantes.

Un silencio se forma en el lugar. 

—¿El dios del inframundo firmará? - me interroga Atenea, diosa de primer rango.

—Eso espero - me sincero ante ellos. —Mi próximo destino es el inframundo.

No estoy muy seguro de la reacción que vaya a tener Hades al verme. En las últimas décadas han surgido algunos conflictos que lo dejan muy mal parado.

Entre ellos, secuestros y desapariciones que aún siguen sin resolverse y que, en la mayoría de los casos apuntan a él y a sus demonios, pero como dicen sin pruebas no hay delito.

—Estoy segura que mi rey firmará sin problemas - la voz de la diosa Perséfone, esposa del dios del inframundo, hace eco en el lugar.

La belleza de la diosa de la primavera ciega a más de uno al ingresar. Camina firme, demostrando el poder que la caracteriza. Viene acompañada de otra diosa, quien llama mi atención.

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