Capítulo XXIV

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Puerto príncipe

Hela

Un piquete en la cara me obligó a abrir los ojos. La enorme sonrisa de Riam me da los buenos días.

—Dice Efesio que bajes a desayunar- habla.

La panza me gruñe ante la mención de la comida. El olor tampoco ayuda. Me levanto rápidamente siguiéndolo.

El dolor por la muerte de Liam fue reemplazado por las risas de las dos miniaturas que corrían por la casa. 

—Tengan cuidado - los regaña Ercles.

—Venga a la mesa - pide Efesio.

Le hacemos caso enseguida. Le agradecí tantas veces a mi hermano por haberlos traído.

Una calidez me recorrió el pecho cuando me confesó que habían sido órdenes de mamá. Saber que ella quería que mis hermanos formarán parte de mi vida me hizo feliz.

Aunque nada se comparaba con poder conocerla y compartir algún momento juntas. 

Pero también sabía que eso jamás pasaría.

Agradecí que Adrish se haya aparecido anoche, ya que de seguro le había comentado a Hades de que no estaba sola.

No quería que viniera. Demasiado tuve con el momento incómodo de anoche, el cual involucró a Hades y a Rafael. No podría explicarles a mis hermanos por qué el dios del inframundo venia a visitarme, no por ahora.

—¿Está rico? – pregunta Efesio haciendo referencia al desayuno.

Asiento devorándome las tostadas ya que en verdad están deliciosas. Últimamente mi apetito había aumentado volviéndose más selectivo.

—Me alegro - me sonríe.

—¡Mi papá es un dios! – la pregunta de Riam me dio ternura. —¿Y el tuyo Hela?

Su personalidad era muy parecida a la de Efesio quizás por eso habíamos conectado tan rápidamente. Era dulce, extrovertido y no dejaba de hablar nunca.

Ramk, en cambio, era más serio y calculador, se notaba que analizaba cada paso antes de darlo, como Ercles.

—Pues mi papá es un arcángel.

Sentí cierto orgullo al decir eso. Jamás lo había reconocido en voz alta. El pequeño abrió los ojos como dos platos girándose hacía Efesio quien le asintió a modo de confirmación. 

Se fueron luego del desayuno, los pequeños tenían obligaciones y horarios que cumplir, prometieron volver lo más pronto posible.

—¡Cuídate, sobre todo de Perséfone! – me advirtió Ercles antes de irse dejándome estática. 

¿Por qué me decía eso?

¿Sabía de mi relación con Hades?

Miles de dudas comenzaron a venirme a la mente, si él lo sabía quién me aseguraba que los demás no. Estaba jodida, aunque siendo sincera no sabía por cuánto tiempo podía seguir ocultándolo.

El timbre de la alarma me hizo saltar, negué frustrada al ver la hora, llegaba tarde al entrenamiento y ni siquiera me había cambiado todavía.

Me gané el sermón de mi vida por parte del maestro, pero para mi suerte los regentes querían que todos estuviesen en el entrenamiento por lo que ingresé igual.

—No deberías llegar tarde con mi padre aquí – me habló Persio en voz baja.

Lo mire. No entendía porque los dioses no se habían ido todavía y por el contrario seguían bajando. 

HelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora