Capítulo XIX

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Olimpo

Hades

Jamás pensé volver a pisar este odioso lugar nuevamente. No me gustaba tener que ver la cara a mis hermanos después de décadas evitándolos.

—Todos nos miran - mencionó Adrish.

—¿Y qué querés que haga?

El sabueso estaba con la misma cara que yo.

Fastidiados.

Los dioses que nos cruzaban no disimulaban su cara de disgusto y sorpresa al vernos. Cómo si eso cambiará el hecho de que tenían que soportarme.

—Quiero irme - se queja.

Y siendo realmente honesto, no sé para qué lo traje. Me fastidia más él con su actitud ridícula que los dioses sin modales de mi alrededor.

—Afrodita – gritan detrás.

Me giró sorprendido al ver a la diosa de la primavera a unos pasos de nosotros.

¿En qué momento dejó el Inframundo?

Perséfone pasa por nuestro lado dedicándome una mirada que solo significa una cosa viniendo de ella.

Peligro.

Mis ojos siguen la dirección de sus pasos en dónde la mamá de mi pequeña diosa la espera. Jamás le presté atención al aspecto de la diosa del amor pero justamente hoy, me era imposible no dejar de verla.

—Es idéntica - susurra Adrish.

Asiento.

El parecido entre ambas es asombroso. Una punzada en el tórax me atraviesa al recordar sus ojos azules que sin dudas heredó del arcángel.

¿Qué estará haciendo en estos momentos?

¿Me pensara de la misma forma que yo a ella?

Nada deseaba más que volver al inframundo e ir a verla.
Afrodita camina hacia nosotros y por alguna razón que no logro procesar me enderezó ante ella.

—¡Dios Hades! – me saluda.

La diosa me dedicó una reverencia antes de detallar al sabueso.

—Me alegra tenerlos acá.

Y por todo el Inframundo, tiene la misma voz dulce que su hija.

—¿Podrías guiarme? - pido.

Adrish me mira sin creer lo que salió de mi boca.

Ella asiente con una sonrisa yendo hacia la diosa de la primavera, quien tiene un letrero en los ojos que dice venganza.

Algo se trama, estoy seguro.

—Mantén vigilada a Perséfone - ordenó.

—¿Qué sucede?

—Haz lo que te digo.

Intenta protestar pero lo ignoro siguiendo a la diosa del amor. Sus pasos me guían hasta las puertas de mármol blanco que conforman el gran salón de reuniones.

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