Hela
Las piernas me tiemblan y el miedo comenzaba a recorrer cada centímetro del cuerpo al ver su asquerosa sonrisa. Niego muchas veces antes de echarme a correr. Las marcas de la guerra están en su rostro el cual es atravesado por una enorme cicatriz dando un aspecto mucho más terrorífico.
¿Por qué la vida era tan injusta?
¿Cómo pudo encontrarme?
Conocer la aldea de punta a punta me facilitaba la huida. Me obligo a sacar fuerza y aumentar la velocidad al mirar por encima de mi hombro y no verlo seguirme.
No puedo volver a caer, no puedo dejar que me atrape. Los recuerdos de lo que viví a su lado son una fuente de apoyo.
Lo pierdo de vista después de doblar en una de las pequeñas calles. Diviso el viejo tambo y no dudo en buscar un escondite.
Me arrodillo apoyando la espalda a la puerta una vez dentro y me aferro a mí misma sintiéndome pequeña. Las lágrimas comienzan a salir e intentó acallar los sollozos llevándome una mano a la boca.
No puede escucharme, no puede atraparme, debo protegerlo.
Me repito una y otra vez.
Trabo la puerta con una vieja mesa intentando hacer el menor ruido posible, desesperada miró dentro del lugar y busco algo que sirva para defenderme.
Maldigo cuando no encuentro nada, el lugar está completamente vacío.
—Voy a encontrarte por más que corras maldita perra – su voz se escucha cerca, me apresuro obligándome a buscar una salida.
¿Cómo supo por dónde había ido?
Lo escucho reírse y soltar palabras hirientes solo para provocarme. Estoy segura que si el dios de la guerra era cruel antes ahora lo es mucho más.
Una sola mirada bastó para ver al ser maligno que habita en él.
—Mira a quién tengo pequeña zorra – busco un huequito y la imagen de Silvia me desestabiliza, no tiene piedad de la pobre anciana. —Si no sales la mato.
Por más que quiera no puedo salir. Cierro los ojos incapaz de seguir viendo cuando le desgarra la garganta con una daga. Ella lleva las manos al cuello intentando taparse, pero cae al suelo.
Salgo por la puerta trasera. El sol está comenzando a ocultarse y tomó la calle con más personas intentando ocultarme entre ellas, aunque mi aspecto no me lo permite.
Por él, se fuerte por él.
Es lo único que mi cabeza me repite y me obligo a hacerle caso ya que daría mi vida por la suya.
—Ahí estás maldita hija de puta.
Me intercepta por delante. Mis pies se anclan al piso y me giro lo más rápido posible. Corro nuevamente intentando perderlo, reprochándome que no debía salir del tambo.
Atropello a las personas que se me atraviesan, quienes solo me insultan incapaces de ver mi situación. Los pies me fallan y caigo al suelo arrastrándome, esforzándome por apoyar las manos para no golpearlo.
No puedo más, estoy cansada.
Suelto un grito que me desgarra la garganta cuando su mano se cierra en mi pelo.
—¿De verdad creíste que te ibas a esconder toda la vida de mí?
Intento zafarme, pero el dios me redobla en fuerza.
—Suéltame, no me lastimes por favor – suplicó, pero solo me ignora.
Me obliga a caminar hasta una casa de la aldea. Abre la puerta y me empuja dentro haciéndome caer.
—¡Tu padre por fin va a pagar por su rebeldía! – afirma.
El golpe de mano abierta que me da me parte el labio. La sangre comienza a salir manchando la ropa. Me golpea una y otra vez mientras me insulta. Solo me dejo esperando que se canse no puedo defenderme sin lastimarlo en el proceso.
Se detiene y lo sigo con la mirada mientras busca piolas con las cuales me ata las manos para luego asegurar las puertas y las ventanas.
Busca una silla y se da vuelta para sentarse. No deja de mirarme y pude ver que el odio en sus ojos, aumentó en estos meses.
—No me fue difícil torturar al idiota de tu hermano para sacarle donde estabas – habla aumentando mi sufrimiento al saber que alguien más salió lastimado por mí culpa. —No te aflijas que pronto le vas a hacer compañía en el más allá.
Niego y puedo jurar que el paso de aire se detiene.
—¿Cómo pudiste matar a tu propio hijo? – es lo único que puedo articular, incapaz de contener el llanto.
Su mano vuelve a impactar con mi rostro mandándome al suelo.
—No era mi hijo, era un traidor y deja de llorar infeliz, todavía no he empezado contigo.
No deja de repetir lo mucho que me odia y las distintas formas en las que me va a hacer pagar por los errores de mi padre. La noche cae trayendo con ella la oscuridad. Cierro los ojos invocando su recuerdo y a pesar de la situación sonrió.
—Debo de reconocer que sos fuerte perra, pero para tu mala suerte eso me atrae más.
Lo veo calentar un fierro en la estufa a leña y enloquezco intentando soltarme cuando me lo acerca. Lo apoya sobre mi piel una y otra vez sacándome gritos que me desgarran aún más. Él solo se ríe demostrando que lo disfruta.
De un momento a otro todo se vuelve negro.
Cuando despierto lo veo parado mirando el fuego, recorro el lugar y divisó el fierro cerca de la mesa, intenté pararme e ir por él sin que lo note. El sudor me recorre la frente y siento un pequeño dolor en el vientre. Intentó controlar la respiración como me enseñó Silvia, todavía es muy pronto para él.
No sé de dónde saqué las fuerzas para soltarme ni como hice para pegarle y que cayera al suelo, pero lo único que hice cuando me vi libre fue volver a correr.
Debía alejarme de la aldea.
Las enseñanzas de Amsther se vinieron a mi mente fijando como destino el limbo o como muchos de nosotros conoce, el límite de los cuatro reinos.
Según lo que recordaba no estaba lejos.
Aquel desolado lugar era invisible y demasiado difícil de encontrar. Corrí por horas. La mañana estaba helada, el frío se colaba por las finas telas intentando detenerme, era como si el mundo estuviese en mi contra.
Caí muchas veces, pero me obligaba a seguir.
Las heridas abiertas y los golpes me dolían, pero fue la fuerte punzada en el vientre lo que hizo detenerme y palidecí al ver el agua salir por mis piernas, había roto la bolsa.
No, no, no
Era lo único que mi mente repetía, aún no.
Él bebe estaba por nacer y yo me encontraba en el medio de la nada. Caminé lo más rápido que las contracciones me dejaban y cuando sentí que no daba más, lo vi.
El sabueso infernal corría a mi encuentro, después de soportar las torturas del dios de la guerra, de vivir meses de completa soledad, y de buscar la manera de que él nazca bien volví a sentir esperanza. Deje de correr esperando a que sus brazos me arropasen. Lo último que recuerdo fue desfallecer en sus manos.
Estábamos seguros, volveríamos a casa.
Continuará...

ESTÁS LEYENDO
Hela
FantasyElla era luz. Él era oscuridad. Ella era hija de un ángel. Él de un demonio. ¿Qué pasará cuando sus caminos se crucen? ¿Serán capaces de luchar contra el fuego que los quema? 🔥Trilogía Infierno 🔥+18 🔥Primera parte: Hela, la hija del arcángel (Ter...