Capítulo VIII

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Inframundo

Hades

Salimos de la casa lo más rápido que pudimos, odiaba de sobre manera que las cosas se me saliesen de control y esto era algo que no estaba en mis planes.

—¿Por qué hiciste eso? - pregunté en dirección al hombre que caminaba a mi lado.

—¿Hacer qué?

—¿Cómo que qué? - me detengo furioso. A veces, en verdad pienso que es un idiota. —¡Inclinarte ante ella y dejar que te toque!

—No lo sé - hace una pausa. —Había algo en la forma en la que me miraba, como si debía cumplir todo lo que desease.

Sus palabras me sorprenden, aumentando mi confusión inicial.

—¿Cómo puede escucharme? Eso es imposible - vuelve a hablar, restandole importancia al hecho de que sólo tiene que inclinarse ante mí.

¿Quién carajos es la pequeña diosa?

Al misterio de sus padres ahora tengo que sumarle que pueda escuchar lo que mi sabueso dice y que genere no sé qué en él.

La conexión mental de un sabueso infernal es sumamente compleja y poderosa, fue un regalo de Cronos al otorgarle su puesto.

Le permite llevar a cabo su rol como protector sin problemas, nuestras mentes actúan como una sola al momento de la conexión, ambos comprendemos que pasa en la mente del otro.

Se supone que solo puede tener y usar la conexión mental conmigo, que ella allá podido escucharlo no es para nada normal.

Cuando mi padre reinaba los cuatro mundos su sabueso infernal lo traicionó enlazándose con Raks, su hermano menor.

Ambos intentaron destronarlo,  adentrándose y manipulando las mentes de los dioses bajo su mando. La guerra que se desato fue demasiado sangrienta, dejando a los cuatro mundo ardiendo en llamas, condenando a papá al exilio y desligando su poder en nosotros.

Adrish, fue creado unas semanas antes de asumir el trono del Inframundo. Era muy distinto a el primer sabueso, su mente tenía barreras que impedían que cualquier persona intentara controlarlo, evitando así otra guerra.

—¿Hades? Te estoy hablando - sigue sin callarse logrando ponerme de mal humor. 

Soy el dios del inframundo no de las respuestas.

—¡No lo se carajo! No sé cómo puede escucharte - mi molestia es evidente.

En realidad, no sé si la fuente de mi enojo es porque allá podido escucharlo o por tener que dejarla cuando me pedió que me quedara con ella.

Sus ojos azules pidiéndome que no me vayan hacen estragos en mi caja torácica replanteándome muchas cosas.

—¿Quién puede escucharte? - nos detuvimos al ver a la diosa apoyada en una de las columnas.

¿En qué momento traspasamos las puertas rojas del inframundo?

Vestía un vestido negro, pegado al cuerpo, que mostraba más de lo que cubría. Llevaba el pelo suelto y la corona que se había empeñado en mandar a hacer en la cabeza como símbolo de su reinado.

A pesar del lío de mi cabeza y dejando de lado a la peli roja, su grandeza me atraía como un imán.

Ella era tan majestuosa y oscura, no podía negar que seguía siendo la mujer más hermosa de los cuatro reinos.

—Diosa - saludo Adrish en señal de respeto.

—Perséfone - me acerque a ella tomando su rostro en mis manos besándola. —Retírate y busca a Efesio. —hable en dirección al sabueso quien obedeció enseguida.

Algo me decía que el joven dios podría darnos respuestas.

—¿Dónde estabas? - se alejó. —Te he estado buscando.

—Tenía unos asuntos que atender, pero ya estoy acá.

Destiné el resto de mi día a complacer a la diosa que tengo como reina intentando sacarme a la niña peli roja de la cabeza. No había mucho para hacer en este lugar más que sacarnos las ganas el uno con el otro.

Mis manos recorrían cada centímetro de su esbelto cuerpo. Fui quitándole el vestido mientras ella se prendía de mi cuello chupándolo a su antojo.

Me excitaba como la primera vez que la hice mía. Mi miembro dolía mientras me perdía en la lujuria que su cuerpo emanaba. Agarre uno de sus senos y lo atraje a mi boca chupándolo mientras ella gemía por mi tacto, hice lo mismo con el otro.

La deje quitarme la ropa y jugar arrodillada en mi miembro, su cabeza subía y bajaba dándome un oral espectacular.

La aparte levantándola y tirándola a la cama. La abrí de piernas y me introduje en ella, el calor de su interior me envolvió, embestida fuertemente su coño saliendo y entrando como un animal, nos corrimos juntos.

Se acurruco a mi lado y se durmió, hice lo mismo dejándome llevar por el sueño.

HelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora