Capítulo XXV

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Hades

Las cosas estaban demasiado tensas. Los rumores de que mis hermanos estaban a punto de mover a sus soldados me empezaban a exasperar. 

No porque no estuviese preparado sino porque no tenía ganas de comenzar una guerra, el purgatorio ya estaba demasiado lleno de almas. 

Mi sabueso ingresa a la sala del trono con una enorme sonrisa. 

—¿Siguen entrenando?

—Si - confirma Adrish. —Descansaron anoche y ahora retomaron.

—Que se lo tomen leve.

—Puerto Príncipe está entrenando y varios dioses han dejado el Olimpo - habla para sí mismo. —Tendremos guerra.

—Lo sé. 

Y no me importaba mucho. Lo único que me exasperaba era perder mi tiempo en esto y ni con mi pequeña diosa.

—Hela te manda a decir que no se van a poder ver – habla dándome otra razón para aumentar mi frustración, ya había pasado demasiado tiempo lejos de ella.

Necesitaba verla. 

Me había tomado la molestia de buscar un lugar decente a donde llevarla para la cita que tanto deseaba y ahora solo me quedaría con las ganas. 

Todos gracias al bastardo del dios del agua que se le dio por venir a vivir al campamento. 

—¡Señor los guerreros lo esperan! – aparece Anubis de la nada. 

Bajo de mi trono y voy en busca de mi tropa, la cual no ha dejado de entrenar arduamente 

La mayoría de ellos son demonios leales y muy sangrientos. Su sed por sangre es tan grande como el respeto que me tienen volviéndose así las mejores armas para una guerra. 

Todavía me pesa el exilio de mi comandante.

Ignoro mi mente y el calor que tengo en la entrepierna centrándome en ellos, en entrenarlos y volverlos aún mejores. 

—¿Crees que nos ataquen? – pregunta Adrish. 

Niego ya que mis hermanos son todo menos idiotas.

—¡Hay algo más detrás de todo, algo que estamos pasando por alto!

Recupero las palabras que me dijeron a orillas del río hace unos días. 

—¿Qué crees que sea? - indaga. —¿Tiene que ver con la vuelta de Miguel? 

—No estoy seguro – me sincero. —Pero no creo, el arcángel iba a volver de todas formas. 

Guardamos silencio. Ambos centrados en nuestros pensamientos, buscando la mejor manera de salir de esto sin tantos daños. 

—¡Señor! – Anubis vuelve a aparecer saliendo de las llamas. —¿Sintió eso?

Me tensó al igual que el sabueso. 

¿Por qué el dios de la guerra dejaría el olimpo?

—¿Ares? – pregunta dudoso.

—¡Y el arcángel! – afirmó.

Reconozco el aura celestial que se siente segundos después.

Una idea desquiciada se me cruza por la cabeza, Adrish niega mientras que el portador de almas no entiende nada y vuelve a su puesto.

—¡Estás loco! - afirma. —No puedes pensar en ir al campamento justo ahora.

—¿Por qué no? - lo encaro.

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