Capítulo XXXVI

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Hela

No me había costado mucho acostumbrarme a la vida en la aldea. Era un lugar tranquilo y acogedor, si bien extrañaba a mis amigos, a papá y sobre todo a Hades, me gustaba esta vida.

Por más que intentaba pensar y creer en el amor que me juró tener la imagen de él con ella y un hijo me destrozaba.

Nunca había sido una persona egoísta, pero lo quería solo para nosotros, quería que me cuide y me prometa que jamás me van a volver a lastimar.

¿Qué estará haciendo el dios del inframundo?

¿Ya habrá nacido tu hijo?

Los rumores en cuanto a ese tema eran muchos. Algunos decían que la diosa estaba por dar a luz, otros que recién lo había engendrado y los peores que lo había perdido por culpa del dios de la guerra.

La sola mención de su nombre me ponía nerviosa al punto de alejarme del lugar. Cada vez que pensaba en volver con Hades la imagen del dios me hacía arrepentirme.

Ares debía caer para poder vivir tranquila. Para que pudiéramos vivir tranquilos.

Según escuchaba en el mercado la guerra seguía y cada vez eran más las personas que morían. Evité sentir culpa ya que no tenía nada que ver, yo no pedí nada de lo que me estaba pasando.

—Niña ven, come un poco de pan con miel – me llaman.

En estos meses había conocido a una anciana que vivía a unas calles de diferencia. Era viuda y sus hijos habían muerto hace poco. Estaba sola en el mundo, como yo.

—Claro, gracias Silvia – susurre.

Estaba agradecida con ella, siempre se mostró amable. Amaba el pan con miel, era algo que nunca había probado por lo que me lo devorada en segundos.

Luego de pasar el rato con ella me iba a uno de los campos más alejados y practicaba un rato con la espada que había comprado hace unos días intentando de alguna forma no perder el estado.

Me sentía libre al escuchar el silbido que dejaba el viento al tocarla. Extrañaba las prácticas en la arena demasiado. Volvía a casa por la noche y disfrutaba de la comida casera que Silvia me mandaba, por más que le insistía que podía cocinarme ella me la mandaba igual.

—¿Qué te tiene tan triste niña? – me pregunto un día mientras la ayudaba con el mercado.

Suspire. Era la primera vez que intentaba saber algo acerca de mi. Jamas asi preguntas asique no pude negarme a responder algunas.

—Extraño a mi familia – le respondí evitando miles de cosas entre medio.

—El destino es sabio pequeña, todo sucede por algo – dijo.

Escucharla hablar me hacía sentir una calidez en el pecho, ella se había vuelto la madre que nunca tuve.

Adrish

No podía dejar de sorprenderme. Ecresio era el primer dios que lograba captar mi atención completamente. Me tenía idiotizado, aunque él no necesitaba saber eso. Él ni nadie.

—¿Y por qué te fuiste del campamento? – le pregunto mientras caminamos hacia el comedor en donde están todos por cenar.

Últimamente me gustaba disfrutar de su compañía.

—Discutí con alguien – responde dudoso y puedo sentir el dolor tras esas palabras. —Además me moleste con Hana por dudar de Rae.

—¿Quién es Hana y por qué dudo de Rae? – indago ya que no conozco mucho de los amigos de Hela.

—Hana y Rae tienen una relación y como él eligió a los demonios ella lo tomó como una traición, ni siquiera le dio la oportunidad de explicar las cosas.

Lo escuchó atentamente mientras me tomaba mi tiempo analizando lo que decía.

—Si ambos son tus amigos tendrías que tomar una posición neutral.

—La tengo, pero no quería seguir en ese lugar, hay alguien que me molestaba ver todos los días, él me...

—No tienes que hablar de lo que no te sientas seguro – lo detengo.

—Está bien no es la gran cosa tampoco – se adelanta unos pasos para que no le vea la cara y caminó detrás para no incomodar. —Me enamore, se lo confesé, me humillo y ahora volvió diciendo cosas sin sentido, solo eso.

—Dicen que el amor es algo complicado – me sincero.

—¿Te has enamorado Adrish?

Niego.

—Alguien de mi posición no puede enamorarse, sería una distracción y las distracciones causan grandes problemas a futuro.

Me mira y no dice nada el resto del camino. Su pregunta sigue rondándome en la cabeza por un largo rato.

Lo veo correr como un niño cuando llegamos al lugar. Saludo a los celestiales y a los dioses que nos acompañan y me sorprende el no ver a Hades por ningún lado. Se estaba descuidando mucho. Come poco y casi no duerme como si se olvidara que es el rey de uno de los lugares fundamentales para la coexistencia.

—¿Qué demonios hacen todos acá? – el grito de Perséfone me rompe el tímpano.

Me sorprende mucho verla fuera de la habitación ya que los anteriores meses no se despegaba de ese lugar.

—Estábamos por comer diosa – le habla amablemente el arcángel Uriel. —Acompáñenos.

—Cierra la boca y vallasen ya mismo de acá – grita.

Llamé a Hades por la conexión y agradezco que aparezca enseguida.

—Perséfone, basta - pide. —¿Qué pasa?

Le habla intentando razonar con ella, pero la diosa está más loca que de costumbre, en el fondo la entiendo y siento pena por ella, la forma en la que el dios de la guerra terminó con su embarazo no se lo deseo a nadie.

—¿Qué hacen ellos aquí? – señala a la familia de Hela. —¿Qué falta? ¿vas a traer a la maldita esa también?

—No te metas con ella, no te ha hecho nada, no culpes a inocentes.

Admiro la paciencia que tiene cuando está peor que ella.

—¿Inocentes? - cuestiona con burla. —Es una zorra malnacida que se metió en la cama de un hombre comprometido, pero claro, es igual al padre qué podemos esperar.

Hades está a punto de perder la cabeza pero es otra persona la que habla.

—¡No hable así de Hela diosa, no tiene derecho! – las palabras de Ecresio se escuchan y veo como la diosa lo mira con odio. —No elegimos a quien amar.

—No te metas en lo que no te llaman bastardo mal...

—Cuide sus palabras diosa, no es necesario faltarle el respeto a nadie – pido.

Mi cuerpo se mueve por sí solo tapándolo para que deje de mirarlo.

¿Qué mierda me pasa?

Antes de que la diosa pueda responderme Hades la saca del lugar dejando todo en un profundo silencio.

—¡Está loca! – dice y su amigo lo respalda.

—No está loca, perdió un hijo que llevo buscando por décadas, está dolida – le respondo con la verdad.

La diosa no es de mi agrado, pero puedo entenderla.

Me disculpo y me voy a las puertas rojas a relevar a Anubis. El dios de la guerra seguía matando gente por lo que los transportadores no dejan de entrar y salir. Necesitamos estar atentos, no puedo tolerar perder más demonios. 

HelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora