Capítulo XXI (Parte I)

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Hela

No podía dejar de sentir esta opresión en el pecho. No se bien como llegué a mi casa. Solo recuerdo haber acabado con todos los guerreros infernales, desmayarme y despertarme en mi habitación.

Me incorpore en la cama. Podía escuchar las voces abajo. Una era de Persio, la otra no sabía bien de quién. Me levanté y fui a la parte baje. Nadie tenía derecho a estar acá.

—Hela.

Persio capto mis pasos enseguida. Estaba apoyado sobre la mesa, con el rostro y el cuerpo tenso.

—¿Estás bien? - se interesó.

Lo mire.

¿Cómo podría estar bien?

El otro sujeto se fue cuando le hizo una seña. Me quedé en mí lugar.

—¿Mis amigos?

—Están bien, ayudando con los cuerpos.

Me sentí pequeña.

—¿Y Liam? - indague.

La voz me tembló. El pulso se me ralentizó y la nariz me ardía.

—Hela…

—¿Qué hicieron con Liam? - grité.

—Con los demás - suelta.

Tres palabras que me hacen enloquecer.

Con los demás.

Cómo si Liam fuera como ellos, cómo si no mereciera algo más.

—Vete - pedí.

—No quiero que estés sola.

—Fuera - grité.

Ni siquiera le di tiempo a reaccionar. Lo empuje sacándolo de mi casa. No lo quería acá. No necesitaba su mirada estúpida carga de compasión.

Necesitaba a Liam.

Me dejé caer al suelo buscando apoyo en la fría pared. Intenté secarme las lágrimas, pero estas volvían a salir, no quería seguir llorando porque él me lo había pedido.

No llores rojita.

Esas habían sido sus palabras.

¿Pero cómo se desahoga un alma dolida sin dejar salir el llanto?

Las imágenes en modo de recuerdo seguían apareciendo en mi mente echándole más sal a la herida. Me sentía tan impotente, tan fuera de mi misma. Desea volver el tiempo atrás, deseaba haberlo protegido.

“Un placer yo soy Liam hijo de Atenea”

“Tu nombre es muy lindo, pero prefiero decirte rojita”

“Me encanta tu cabello rojita”

“Hasta mañana rojita”

“Desde que te conocí ya no me siento tan solo”

“Me completas rojita”

“Solo quería decirte que me gustas y te quiero”

“Siempre vas a ser lo mejor de mi existencia rojita”

“Mi alma gemela eso sos”

Me quedé dónde estaba. Aferrada a mi misma.

Rae

Hanna

Ecresio

Persio

Todos ellos tocaban la puerta de la cabaña, pero me negaba a abrirles. Era egoísta, lo sé. Entendía y les agradecía que a pesar de su dolor se preocupan por mí, pero ahora solo deseaba cargar con el peso sola.

HelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora