Capítulo XXXI

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Olimpo

Hades

Entrar al Olimpo no fue difícil ya que los dioses casi no tenían seguridad. Sin mencionar que, como hermano de los dos mayores regentes, tenía vía libre. La tranquilidad del lugar me sorprendió ya que me esperaba a los soldados listos para atacar.

—Algo no anda bien – menciona Adrish tomando su forma humana.

Asiento.

¿Acaso no sabían que el arcángel venía por ellos?

¿No estaban enterados de lo que Ares hizo?

—Sigamos de todas maneras.

Nos encaminamos a la sala donde normalmente están los regentes. Las enormes puertas de mármol blanco se abrieron para nosotros. Y no me equivoque ya que ahí están todos. Muchos se sorprendieron al vernos mientras que algunos palidecieron al ver a los soldados al mando del hijo de Eros.

—Hades bienvenido – escucho hablar a Zeus, pero mi mirada está centrada en el idiota que sonríe.

—Hermano, nos enteramos de la noticia de que vas a...

No lo dejó terminar de hablar ya que me le voy encima tomándolo del ridículo sillón.

Lo golpeo lo más fuerte que puedo sacándome la rabia e ira acumulada. Poseidón intenta sacarme de encima, pero Adrish le impide el paso, es el dios del rayo quien nos separa.

Sonrió orgulloso al verle la cara llena de sangre al malnacido.

—¿Qué crees que haces, cómo osas traer caos a mi reino? – Zeus se me viene encima y me dan ganas de partirle la cara a él también.

Lo ignoro ya que solo me importa saber una cosa.

—¿Dónde está hijo de puta? - lo interrogó. —¿Dónde está Hela?

Mis palabras sorprendieron a todos menos al dios de la guerra quién comienza a reírse como desquiciado.

—¿Qué dijiste? – a lo lejos puedo escuchar a la diosa del amor.

Fue él, ya no quedan dudas de que se llevó a la pequeña diosa. Ercles tenía razón.

—¿También caíste por esa perra hermano? – suelta sin dejar de reírse terminado con el poco control que me quedaba.

—¿Qué le hiciste a mi hija? – Afrodita se nos acerca, pero el maldito le da una cachetada mandándola al suelo.

Me le voy encima nuevamente dándole otro golpe en la cara que lo desestabiliza. Me lo devuelve, pero lo esquivo. Es idiota si piensa que puede ganarme, por años he sido el más fuerte de los cuatro.

—¡Jamás van a encontrarla! – afirma. Saca su espada invitándome a pelear. —¿O quizás sí? Pero en pedazos.

Ignoro sus palabras. Me niego a solo pensar que puede estar muerta. Me niego a caer en su juego ridículo. Además, algo me dice que ella está viva, puedo sentirla.

—Cuidado.

Me ladeo cuando siento el silbido de una espada venir en mí dirección. Me giró pensando que era para mi pero para la sorpresa de todos termina en el cuello de Ares. De un momento a otro todos los regentes tienen una espada pegada al cuello inmovilizándolos.

—¡Es él!

Adrish confirma mis sospechas al percatarse del aura.

Las puertas se abren dando paso al arcángel Miguel quien ingresa tomándose el lugar con los celestiales. Los otros tres arcángeles dan instrucciones a sus tropas poniendo en cuestión de segundo el Olimpo bajo su control.

HelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora