Capítulo XXIX

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🚫+18
🚫El capítulo contiene escenas de violencia explícita.

Hela

Día uno

Los párpados me pesan al intentar abrirlos. Intento moverme pero no puedo. Tengo un fuerte dolor en la parte trasera de la cabeza. La garganta me arde cuando intento pasar saliva y las manos caen a mi costado por el peso de lo que deduzco son cadenas.

No quiero caer nuevamente inconsciente por lo que me obligó a abrir los ojos. Duele, todo el cuerpo me duele. No sé dónde estoy, sólo hay oscuridad por todos lados. Algo viene a mi mente pero la punzada no me deja razonar.

Lo último que recuerdo es haber salido de la cueva con Rae, alguien nos interceptó dándonos un golpe mientras sonreía al vernos caer. La mente se me nublo nuevamente, esta vez presa del miedo.

Moverme me fue imposible. Gire la cabeza eufórica hacia todas las direcciones, pero no había rastros de mi amigo.

¿Y Rae?

Estaba sola, completamente sola. Encadenada, adolorida y golpeada. A merced de quien menos esperaba. A merced del ser más cruel. La imagen del sabueso vino a mi mente, pero algo me impedía llamarlo. Por más que lo intentara, una y otra vez no podía, no funcionaba, era como si alguien hubiese...

—Es por el elixir de mandrágora – hablan. La voz me tensa poniendo en alerta a todo mi sistema. —Descubrir tu conexión con el sabueso fue lo que más tiempo me llevó.

Mis ojos se clavan en la oscuridad. Puedo sentirlo rondar en ella.

—¿Qué haces? ¿Por qué me tienes acá? ¿Dónde estamos? – pregunto mientras hago un esfuerzo por ocultar el miedo.

Un jadeo ahogado sale de mi boca cuando su mano impacta en mi cara mandándome al suelo. Sus manos se enredan en mi pelo obligándome a volver a mi sitio.

—¿Enserio pensaste que te iba a dejar pasar el haberme quitado todo? – cuestiona con rabia.

Su agarre duele cuando clava las uñas en mi cuerpo cabelludo.

Cuídate de Perséfone.

Las palabras de mi hermano retumban reprochándome por qué no me advirtió que también lo haga de él. Muevo la cabeza presa del llanto, que ilusa fui al confiarme e ignorar que la diosa de la primavera no era lo más peligroso.

Se mueve por el lugar y lo sigo con la mirada mientras busca algo en una especie de mesa.

¿Siempre estuvo ahí?

No lo sé. La oscuridad en la que me mantiene me resta mucha visibilidad. Aunque a él, a él lo puedo ver claramente. Me paralizó cuando viene con una jeringa llena de un líquido rojo. Me remuevo intentando que no me tome pero es inútil.

—Tranquila, esto evitará que vengan a arruinarnos la diversión.

Clava la aguja en mi brazo obligándome a cerrar los ojos por el ardor. Se va por donde vino dejándome sola. Me apego a la roca que tengo detrás en busca de calor, el frío comienza a sentirse cuando reparó que estoy casi desnuda.

Cierro los ojos intentando recordar qué fue lo que pasó, que me hizo. No funciona. Nada funciona y sé muy bien que nada va a funcionar.

Día dos

El impacto del agua me hace abrir los ojos rápidamente y, por inercia, abro la boca intentando tomar un poco ya que la sed me está matando. No soporto la sequedad de la garganta y cada intento por hablar empeora el dolor.

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