Afrodita
A lo único que podía aferrarme era a las telas que tenía a los costados. No había nadie para sostener mi mano, mucho menos, para darme aliento.
—Usted sabe que hacer diosa. – habla una partera.
Claro que sabía, conocía el dolor bastante bien. Había parido dos hijos con anterioridad, podía con uno más. Lo que más me dolía es que como en los primeros, estaba sola.
Puje muchas veces hasta que un llanto retumbo en el lugar, un alivio me recorrió al escucharla y deje caer la cabeza hacía atrás, exhausta.
—Felicidades diosa, es una niña.
Lo sabía, lo supe desde que me enteré de mi estado.
Una pequeña, mi pequeña, mi Hela.
Unas lágrimas se deslizaron por mi mejilla cuando la depositaron en mis brazos. Era realmente hermosa.
—Lo logré. – hable con la vista fija en el techo. —Nuestra hija nació amor mío.
Las diosas que me acompañaban se marcharon dejándome sola con ella. La felicidad que sentía se esfumo cuando la puerta volvió a abrirse dándole paso al dolor.
Tenía que dejarla ir, tenía que separarme de ella.
Estaba rodeada de dioses, pero mi vista estaba fija en la pequeña niña que se removía inquieta. Fueron muchas horas en trabajo de parto, pero por fin la podía sostener en mis brazos y por el momento, eso me bastaba.
Hela se esforzaba por abrir los ojos al mundo y una punzada se me instalo en el corazón al verle el color de estos.
Eran azules, como los de su padre.
La imagen de Miguel se me apareció delante y volví a sentirme débil. Lo necesitaba, lo recitábamos en realidad.
Se qué se fue porque yo se lo pedí, pero en el fondo, hubiera deseado que luchase más por nosotras.
La puerta volvió a abrirse dándole paso a mis dos hijos.
Mis hombrecitos de la oscuridad.
—¡Es pequeña! – afirmo Efesio, mi primer hijo. —Y muy linda también.
La forma en la que miraba a su hermana me dejaba entender que la amaba y que siempre iba a cuidarla.
—¿Estas bien mamá? – pregunto Ercles, mi segundo hijo, a lo lejos. Tenía la mirada perdida, como si su mente divagara entre ver a la bebe e ignorarla.
—Lo estoy hijo – le respondí. Aunque claramente le mentí y me sentí mal por eso.
Ercles, era más parecido a su padre, pero, aun así, en el fondo sabía que había bondad en su alma y que amaría a su hermana también.
Las horas pasaban rápido, mis hijos iban y venían al igual que los dioses, todos menos, el dios del rayo. Zeus había sido claro desde el día en que todo se supo.
Solo podría quedarme con ella dos o tres días.
—¡No quiero que se la lleven mamá! – expreso Efesio con dolor.
Quería decirle que yo tampoco, pero todo era por su bien, si se quedaba a mí lado iban a lastimarla, el dios de la guerra iba a lastimarla.
Prefería que crezca libre y no rodeada de tanta mierda. No deseaba que ella pagase mi error y si eso me volvía una mala madre, pues bien, lo aceptaría.
Vivir en el olimpo no era fácil, más siendo una diosa. Nacer mujer nos condicionaba a cumplir los caprichos de aquellos que se creían superiores a nosotras.
—Es lo mejor – afirmo intentando sonar segura.
Seguridad que se cae al suelo cuando el máximo regente ingresa acompañado de su hermano, Ares.
—Felicidades Afrodita – dice por compromiso. Ares me fulmina con la mirada y tengo miedo de que haga algo para quitármela.
—¡Gracias! – murmuro.
Me aferro a mi hija, lo más que puedo, por más que sea en vano. Es mía, mi pequeña. La amo con todo mi ser.
—Su nombre ¿cuál es? – indaga mientras se acerca. Zeus jamás fue un dios malo, si riguroso y estricto.
Se ubica a mí lado mientras me pide a la pequeña, la cual le paso dudosa. —Su nombre es Hela, así lo quiso su padre.
Asiente detallándola.
—Es tan bella como su madre.
—Gracias señor
—¡Tenemos un acuerdo! – me recuerda devolviéndomela. El alma me regresa al cuerpo. —Cuatro días y se va.
No espera respuesta y sale seguido por su hermano. Pido que nadie, excepto mis hijos entren y me concentro en atesorar los momentos junto a ella.
Se que son los últimos.
Me memorizo sus ojos, su rostro, su sonrisa.
Le repito incontable de veces que la amo, deseando que el día de mañana lo recuerde. Cosa que no va a suceder.
Persio viene al segundo día. El hijo del dios del agua se ha convertido en un joven fuerte y apuesto. Sonríe al verla y jura protegerla con su vida.
Le creo.
El cuarto día llega y maldigo no haber tenido más tiempo.
—Cuidare de ella diosa.
Las lágrimas me llenan los ojos.
—Es de sentir frio – le hago saber acomodándole la ropita. —Y come mucho.
Persio me sonríe con pena.
—¿Puedes recordarle que la amo?
—Claro.
La aferro lo más posible a mi pecho antes de pasársela al dios. La toma cuidadosamente mientras se cuelga el bolso con algunas pertenencias de mi hija.
Del otro lado de la puerta, veo nuevamente la imagen de Miguel y odio a mi mente por torturarme de esta manera.
El dios se va y caigo de rodillas destruida. Una parte de mi alma se va con él y lo único que deseo, es que su destino no sea tan desgraciado como el mío.
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Hela
FantasyElla era luz. Él era oscuridad. Ella era hija de un ángel. Él de un demonio. ¿Qué pasará cuando sus caminos se crucen? ¿Serán capaces de luchar contra el fuego que los quema? 🔥Trilogía Infierno 🔥+18 🔥Primera parte: Hela, la hija del arcángel (Ter...