Capitulo 8

219 32 0
                                    

El frío de afuera cala mis huesos y por la oscuridad que se cierne sobre mi y el magistral silencio, que es interrumpido únicamente por el silbido del viento arremetiendo sobre las hojas de los árboles, se que es de madrugada. La carretera parece interminable y no hay ninguna edificación a la vista, solo arboles y más arboles a ambos lados del camino.

Suspiro profundo abrazándome a mi misma y arrastrando mis pies enfundados en botas de tacón sobre el asfalto. Llevo puesta la misma ropa que llevaba el día de la carrera y lo único que me abriga es este delgado gabán.

No se exactamente donde estoy o a donde me dirijo, solo se que debo seguir caminando hasta encontrar un lugar donde pedir ayuda.

Solo llevo unos metros recorridos cuando de repente la sensación de estar siendo observada me invade por completo. Me detengo y miro hacia todas partes pero no hay nada extraño ahí, tras los arboles. <<Tu imaginación te está jugando una mala pasada>>. Me rio de mi misma reanudando la marcha. No obstante, el peso de una mirada fija quema mi espalda, haciendo que un escalofrío recorra por completo mi espina vertebral. Mi respiración se agita y siento que todo mi cuerpo se ha puesto en alerta. Me preparo para echarme a correr con la poca fuerza que aún me queda, pero un sonido gutural semejante a un gruñido hace que me paralice de inmediato.

<<No mires atrás, no mires atrás>>. Intento convencerme, pero alguna extraña fuerza poderosa me obliga a girar sobre mis talones y entonces lo veo.

Ahí, a unos cinco metros de distancia, en medio de la carretera que antes había estado vacía, un enorme lobo de pelaje negro como la noche me acecha.

Mi corazón se salta un latido para reanudar su marcha a una velocidad antinatural, mi boca se seca y mis manos tiemblan. Siento que soy incapaz de tomar una bocanada de aire por miedo a mover un solo músculo. El animal se agacha cual depredador a punto de saltar sobre su presa. Mi pie derecho se desliza suavemente sobre el asfalto hacia atrás ganándome un gruñido de advertencia por parte del animal, obligándome a regresar mi pie a su lugar.

Estoy aterrada, realmente presa del pánico, pero el animal no mueve un solo músculo durante segundos que me saben a eternidad. Cuando al fin creo que no va a atacarme, cuando logro volver a respirar y siento que mis pulsaciones van en descenso, tomo una estúpida decisión. Una más de entre muchas. Doy media vuelta con toda la rapidez que puedo y me largo a correr a todo lo que dan mis piernas.

Tonta de mi al pensar que podría correr más rápido que aquel lobo. El animal se puso junto a mi más rápido de lo que creí posible. Con el rabillo del ojo lo veo y me pregunto ¿porque no me ataca?. Se que es imposible, porque después de todo no es más que un animal, pero me da la impresión de verlo sonreír. Luego se adelanta un par de metros para después girar en dirección a mi.

El abrupto giro de los acontecimientos hizo que me detuviera en seco, con los ojos abiertos como platos. Estoy frente a frente con el lobo. Su tamaño es tal que su cabeza erguida llega a la altura de mis hombros. Su sola presencia me infringe tanto terror que soy incapaz siquiera de tragar saliva, pero el no gruñe, solo está ahí, mirándome con unos ojos verdes refulgentes. Y de repente se inclina sobre sus patas traseras y da un gran salto. Sus patas delanteras sobre mis hombros me empujan hasta caer de espaldas sobre el pavimento, pero el miedo y la sorpresa no me permiten sentir dolor alguno. El lobo inclina su cabeza hasta que su hocico está a escasos centímetros de mi rostro. He dejado de respirar de nuevo y mi mirada es presa de esos ojos verdes que me miran como si quisieran traspasarme.

"He dicho que no tengas miedo". Escucho esas palabras en mi cabeza, pero no son la voz de mi conciencia, son palabras puestas ahí con una voz mortalmente gruesa, ronca y algo arrastrada.

LICANTROPIA La Revelación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora