Capitulo 6

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Conforme fueron pasando los minutos fui teniendo más control de mis emociones; eso no quiere decir que no siga aterrada, pero al menos ahora mis manos ya no tiemblan como si tuviera Párkinson y, aunque sigo con el ritmo cardiaco un tanto acelerado, ya mi corazón no parece querer abrirme el pecho y salir corriendo.

No se cuánto tiempo he pasado dentro de este auto, pegada a la puerta cual estampa tratando de mantenerme lo más alejada posible de Dominic, pero empiezo a sentir la necesidad de estirar mis piernas.

-Estamos llegando-. Dice una voz masculina proveniente de la parte delantera del auto, pero no es Mike quien habla, es quien conduce.

Decido mirar por la ventanilla, aunque la oscuridad de la madrugada no me permite ver lo suficiente para hacerme a una idea de a donde diantres me han traído.

Siento que la velocidad del auto disminuye y posteriormente se detiene frente a un alto muro de concreto interrumpido únicamente por una puerta metálica frente a la cual nos detuvimos. Posteriormente el hombre que conduce el auto baja la ventanilla y habla por una especie de Inter comunicador.

-Vengo con Dominic-. Le dice a la persona al otro lado del interfono.

-Digita la clave-. Dice una voz masculina del otro lado del inter comunicador.

Intento ver lo que hace pero el tablero está cubierto para evitar los ojos curiosos, como los míos.

-¿Palabra de seguridad?-. Vuelve a intervenir el hombre.

<<Cuantos filtros, ni que fuéramos a entrar al pentagono>>.

-Ribosoma-. Responde el conductor.

Un momento después la puerta se abre y el auto avanza dentro de lo que, pese a la oscuridad, me parece ser una enorme fábrica. Nos dirigimos hacia el fondo del terreno y una vez damos vuelta a la izquierda, hay una rampla por la que descendemos dando giros en espiral, que me producen una sensación de vértigo debido a que está completamente oscuro y no tengo idea de cómo el conductor del vehículo puede ver hacia dónde va. Después avanzamos en línea recta y unas luces blancas se van encendiendo a nuestro paso, dejando ver un enorme sótano con autos que me dejan la boca abierta. Pudiera decirse que este es mi sueño hecho realidad, excepto porque es una pesadilla de la que no se que esperar.

-¿Bajaras o vuelvo a llevarte en mi hombro?-. Me pregunta Dominic y lo miro con odio antes de tirar de la manija de la puerta cuando el auto se detiene.

Tras nosotros vienen otros cinco autos que se estacionan cerca y de ellos bajan tanto hombres como mujeres. <<Mujeres licántropos>>. Puedo notar las miradas preocupadas de todos sobre Dominic pero nadie dice nada. Hay una mujer, una rubia alta de cuerpo atlético, con el cabello hasta las orejas, de ojos castaños y labios gruesos, que no para de mirar en nuestra dirección.

-Andando-. Me señala el camino por el que los demás han ido y no me queda de otra más que hacer lo que dice.

En uno de los costados del estacionamiento hay una puerta de vidrio que se abre conforme nos acercamos y la atravesamos para llegar a un largo pasillo que inicialmente está a oscuras pero que se va iluminando con el movimiento. Solo se escucha el sonido que hacen las suelas de los zapatos contra el suelo perfectamente lustrado de color beige. Las paredes están pintadas de alguna tonalidad de gris humo. Al final del pasillo hay una puerta metálica. Uno de los hombres que encabeza la fila presiona un botón en el tablero incrustado en la pared junto a la puerta.

Aquí no existe el típico indicador que dice donde viene el elevador, tampoco hay un sonido que anuncie su llegada y, cuando la puerta se abre, adentro no hay más que una caja metálica. Entro junto al grupo. El espacio es amplio así que todos cabemos sin necesidad de invadir el espacio vital del otro. Tanto silencio es, de alguna manera que no puedo explicar, ensordecedor, porque me deja la mente libre para plantearme tantísimas preguntas que no me atrevo a hacer porque lo último que quiero es llamar su atención.

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