—Me mandas un mensaje y vengo por ti—El rostro delgado de mamá se asomó por la ventanilla de auto, lanzándome una mirada de pies a cabeza, volviendo a juzgar mi ropa a pesar de haber sido ella misma la que la eligió.
—Puedo irme sola mamá.
—Va a estar anocheciendo cuando termines, no te voy a exponer de esa forma—Negó rotundamente con la cabeza y antes de que pudiera volver a rebatirle ya había salido a las rápidas por el estacionamiento.
—Perfecto.
Hice una mueca y continúe mi camino sola, sintiendo las piernas entumecidas por los ensayos extra de esta semana y ganas de volver sobre mis pies hasta llegar a mi cama, para derrumbarme y dormir hasta no poder más. Aunque claramente era imposible, me lo recordaron muy bien los niños que me abordaron frente al gimnasio, los más pequeños aferrándose a mis piernas y esperando a que sus padres sacaran una fotografía y los más grandes esperando a un lado pacientemente. Les odiaba un poquito, para ser sincera.
No pude respirar con normalidad hasta estar dentro del camarín, sola conmigo misma, lo que normalmente no solía ser muy bueno, pero que luego de haber sido invadida por niños que aún no se limpian solos el trasero... Bueno quizás no eran tan niños como para eso, pero siguen siendo niños si creen que pueden abordarme de esa forma solo porque sí.
Al terminar de cambiarme de ropa, decidí no mirarme al espejo al salir, tratando de no arruinar mi buen humor recién restaurado.
—Buenos días—Agaché la cabeza en dirección al conserje del gimnasio, que me devolvió el saludo efusivamente, viéndome balancear sobre las cuchillas protegidas, camino a la pista.
—Buenos días, Al ¿Hoy ayudas a Sussie con las clases? —El cuarentón se inclinó sobre la mesada que lo rodeaba, estirando una lista—Olvidaste anotarte.
—Así es. —respondí, sonriendo mientras me inclinaba a recibir su bolígrafo para firmar mi entrada— Y logré venir sola—Agregué orgullosa, apretando los labios, tratando de reprimir la emoción.
—Bien hecho. —Me sonrió amablemente, haciendo una seña con la cabeza para que me apresurara hacia la pista.
Sonreí amablemente antes de seguir con mi camino, distraída y liviana, sin reparar demasiado tiempo en mi alrededor. El grupo de madres que podrían informarle cualquier cosa de mi actitud a mamá se encontraban al otro lado del recinto, ya lo había comprobado dos veces, y eso sólo significaba que podía ser libre al menos unos minutos.
—Buenos días—Asentí hacia Sussie cuando llegué hasta la pista, donde las gradas estaban cubiertas por padres expectantes y jóvenes que luchaban por ponerse los patines.
—Buenos días—La pelirroja me dedicó una mirada de pies a cabeza y luego sonrió. —¿Tu mamá no viene hoy?
—Bingo—Canturreé, un poco más contenta de lo normal. —¿Cómo lo supiste?
—Oh Al, dios sabe lo que tu madre diría si te viera vestida de esa forma. —Se burló. —Tal vez le daría un paro cardiaco al ver tanta piel de tu espalda descubierta por ese leotardo ¿y esos pantalones de lycra? Por dios ¿te sentiste arriesgada hoy?
Y era cierto, mamá seguramente tendría un paro cardiaco del sólo verme con el leotardo negro que llevaba puesto; con transparencias salpicadas por los costados en forma de franjas y la espalda casi totalmente desnuda bajo las tiras de tela que mantenían la pieza unida. Ahora, a eso debíamos sumarle el pantalón más ajustado de todo mi closet. Si me viera, mamá no podría morir sin matarme primero.
—Creo que ya entendí. —Sonreí, doblándome sobre mí misma para quitar los protectores de las cuchillas de los patines. —¿Empezamos ya?
—Aún no es la hora y faltan personas. Pero será mejor que tu hagas el calentamiento antes, tal vez puedas darles un espectáculo a los novatos—Les dedicó una sonrisa maliciosa mientras me mantenía la puerta de la pista abierta.
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Bajo la tormenta
Teen FictionA veces se trata de derrumbarte, de caerte y aprovecharlo para ver las estrellas bajo la tormenta. Alex ha estado perdida toda su vida; en sí misma, en su familia, en ideas que otros construyen sobre ella. Se pierde tan fácil que ya no sabe en dónd...