Capitulo XXXIV

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El lunes por la mañana mi pierna subía y bajaba con ansiedad sobre el suelo, mamá no había vuelto en todo el fin de semana, ni siquiera podía creérmelo. Si yo no hubiera regresado Olivia se habría quedado sola y no le habría importado, pero lo había hecho y ahora, preocupada, había dejado de lado mi orgullo para llamarla, descubriendo que me había bloqueado, de todos lados, incluso del correo electrónico y yo no sabía que eso era posible.

-¿irás al instituto? -Preguntó Olivia, echándome miradillas de reojo mientras camina de un lado a otro por la cocina buscando cosas para culminar su ya elaborado desayuno, viendo el mío, un simple plátano, con una mueca.

-debo ir si no quiero repetirlo otra vez-Sonreí con sarcasmo, volviendo a mirar el número de mamá como si así pudiera desbloquearme.

-¿y si ella vuelve? -Medio murmuró, llenándose la boca de comida.

-Pues será mejor si ninguna de las dos está aquí para verlo-Suspiré, levantándome de un salto de la butaca. -Al menos al principio.

-¿qué crees que pasará? -preguntó, arreglándose el labial luego de mandarse un puño de cereal por la garganta.

-¿dijiste que la mamá de una amiga vendría por ti? -murmuré, evadiendo la pregunta. -¿se supone que deba hablar con ella? ¿o qué?

-No, ella casi siempre me lleva a donde quiero ir y luego se arregla con papá-Responde, distraída, ganándose por fin mi atención, la cual no pasó por alto, pegando un respingo-Por lo de la gasolina y eso.

-Ajá-farfullé entre dientes, sin necesidad de escudriñarla para saber que algo oculta-¿mamá de una amiga dices?

-Así es-Asintió, sonriendo al oír un bocinazo fuera de la casa, interrumpiendo mi interrogatorio-supongo que nos vemos luego.

-Supongo-Asentí, forzando una sonrisa, mientras la veo echar comida en su mochila antes de salir a las rápidas por la cocina.

Me quedé viendo el camino de migas de pan que dejó a su espalda, pensando, con culpabilidad, en si debí haberle deseado un buen día o no. Pensamientos que se perdieron en mi mente cuando un mensaje de Alec abordó mi celular, indicándome que me esperaba fuera, lo que me llevó a bajar de un saltó de la butaca y correr fuera de casa, con el bolso a medias colgando de uno de mi hombro y mi pobre plátano olvidado sobre la mesada.

-hola-canturreé, entrando de un salto dentro del auto de Alec, siendo recibida por sus labios antes que por su imagen. -Supongo que buenos días-Me reí cuando por fin me dejó separarme.

-Creo que podría acostumbrarme a tu nuevo estilo-Murmuró, con la voz ronca rozando mis labios, con una de sus dedos jugueteando en el cierre que mantiene el escoté unido solo lo suficiente para cubrirme lo más importante, manteniendo las orillas superiores de mi brallet a la vista.

-no creo que te vaya a costar mucho-Me reí, cuando pasó una mano una mano por uno de mis muslos, acariciándome por sobre las medias negras para acercarme a él.

-Creo que no-Rio también, presionando sobre el lugar donde estaba su mano, obligándome a atragantarme con mi risa, ya no tan divertida con la situación.

Menos aún cuando un golpeé me zarandeó hacía adelante.

-¡Son unos idiotas! -Exclamó Carter desde los asientos traseros, dándole patadas al respaldo de mi asiento. -¿cómo es que se olvidan de que estoy aquí?

-si no dejas de patear el puto asiento te pateo la cabeza--digo con tranquilidad, sonriendo a labios cerrados a mi amigo que lentamente retiró su pie, viéndome medio pasmado-Gracias.

-¿acabas de ponerte pálido? -Rio Alec, volviendo a su lugar con una enorme sonrisa.

-no sabes cómo es cuando se enoja-Se defendió Carter, enfurruñado en su asiento.

Bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora