Capitulo XXIX

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Odiaba a los doctores casi tanto como odiaba las agujas y la sangre. No los soportaba. Y quizás era por esa forma condescendiente en la que siempre me sonreían, o porque luego de mi primera visita a un doctor por una lesión mamá me castigo toda una semana. Quizás nunca estaría segura, pero siempre había encontrado una forma de escapar de ellos. Mis únicas visitas eran las obligatorias con los médicos deportivos, ya fueran por parte de Sussie o la federación. Eran las únicas veces que alguien lograba arrastrarme hasta una consulta médica... y bueno, ahora.

Estaba nuevamente viendo mis pies colgando a un lado de la camilla, viendo de reojo la cinta de medir y la pesa que rogaba al médico no le diera por utilizar conmigo. No sabía que tanto estaba viendo en los resultados de mis exámenes de sangre, pero me ponía de los nervios la forma en que me miraba de vez en cuando.

-Muy bien, los exámenes de ETS están limpios-Asintió, levantándose de su asiento para extenderme los papeles-Pero tengo una duda ¿qué problema está teniendo con sus anticonceptivos actuales? ¿por qué los quiere cambiar?

-No, quiero comenzar a tomarlos. -Le corregí, apuntando los papeles en mi mano con una sonrisilla incomoda. -Para eso eran los exámenes, para saber si era apta para las pastillas ¿recuerda?

-Claro que sí, pero los resultados han dicho que usted ya consume pastillas anticonceptivas. -Me respondió, con una sonrisa divertida mientras se apoyaba sobre su camilla.

-Es imposible-Solté con una risa nerviosa.

-Señorita, no juzgo a las chicas que toman anticonceptivos sin prescripción, son cosas que pasan-Se encogió de hombros, volteando para garabatear algo en su libreta de recetas. -Pero le recomiendo estás, son mucho más amigables para su cuerpo.

-Pero yo no me he automedicado nada-Insistí, tomando la receta junto a los exámenes que aun sostenía.

-Claro, señorita Brown.

-Hablo en serio.

-Yo también, le creo-Respondió con cierto tono humorístico, acercándose hasta la puerta de la consulta, como dando por zanjada la cita.

-De verdad, nunca me he automedicado nada-Continúe, bajando de un salto de la camilla para seguirlo.

-Por supuesto, que tenga un buen día. -Asintió, mientras yo daba un paso fuera del consultorio.

-hablo en serio-Repetí, pero solo oí su risa agria antes de que me cerrara la puerta en la cara.

Odiaba a los doctores.

Abrí mi bolso con un ademán brusco, sin siquiera esforzarme por tratar de entender los estúpidos exámenes o las palabras del doctor. Ni siquiera cuando estaba con Aaron tomaba anticonceptivos, nunca en mi vida lo había pensado antes de la charla con Alec, y ahora me venían con que llevo meses consumiéndolos. Era una estupidez.

Fruncí el ceño cuando una alarma comenzó a sonar en mi celular, pero no tardé en leer en la pantalla que había sido programada por mi madre para que no olvidara tomarme los suplementos. Hice una mueca, tomando las pastillas de un bolsillo secreto de mi bolso, pasándomelas una por una por la garganta. Ellas habían sido mis compañeras toda mi vida, incluso antes eran más, cuando mamá me daba retardantes hormonales para que no me creciera el busto. Lo que no funcionó mucho. Pero que había sido una tortura en su momento. Ahora solo eran dos pastillas y tres capsulas, una de las últimas tres nuevas en mi coctel de suplemen...

Mierda.

Pensé en la capsula que me acababa de pasar por la garganta, en que hace tan solo unos meses mamá había comenzado a dármela, y que yo como una estúpida ni siquiera había cuestionado; o pensado más de dos veces como es que mi periodo que toda una vida había sido irregular de pronto era casi tan estricto como mis reglas. Era imposible. Pero algo en mi me susurraba al oído que no tanto como yo quería creer.

Bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora