"La noche de las estrellas"
Durante esas semanas, todo fue bien, los mensajes iban y venían, las sonrisas a escondidas y aquellas visitas repentinas. Pero no nos lográbamos ver muy seguido, aun cuando mi madre estuviera más relajada. Y por cada segundo lejos de él sentía que lo necesitaba más y más. Le quería. Ya no me costaba admitirlo como antes.
Y me gustaba todo lo que estaba sucediendo. Tanto como mi nueva amistad con Lily, que me escuchaba hasta las tantas hablar sobre Alec y se reía de mis pequeñas crisis. Que me enseñaba a hacerlo yo también. Todo me estaba gustando mucho.
Puede que estuviera aterrada, pero por primera vez, estaba disfrutando eso.
Sonreí mínimamente a la libreta entre mis manos, viendo las notas musicales bajo letras que no sabía muy bien de que parte de mí habían nacido. Pero que si sabía para quien era y quien nunca las vería.
Mi celular vibró a un lado y yo lo vi, notando el nombre de Black tintineando en la pantalla.
"Te extraño"
Apreté los labios en una mínima sonrisa y cuando me acerqué a responder, algo golpeó mi ventana. Por inercia, miré hacía mi puerta, sabía que mamá estaba durmiendo, al igual que papá. Se suponía que yo también debería hacerlo luego de tantas horas de entrenamiento y Olivia ni siquiera estaba en casa aún. Así que decidí ignorar el sonido. Pero reapareció. Una, dos, tres veces.
Tomé la libreta, metiéndola bajo el colchón por si las dudas y me levanté, con los pies descalzos sobre el piso de alfombra. En la ventana, corrí las cortinas hacía el lado y vi hacía afuera. Sintiendo la respiración arremolinarse en mi garganta.
El me sonrió, haciendo ceñas hacía abajo y yo por reflejo vi de nuevo hacía la puerta, corriendo hasta a ella para cerrarla tan rápido como me quité la camiseta de pijama, poniéndome un corpiño mientras buscaba la ropa que había usado aquel día, poniéndomela a las rápidas en un esfuerzo por lucir decente. Lo que se perdió cuando salté por el marco de la ventana, encaramándome entre las enredaderas hasta saltar al suelo, sintiendo los brazos de Alec enredarse a mi alrededor.
—Te extrañé—Murmuró contra mi oído, aferrándome a él antes de dejarme sobre el suelo.
—¿qué haces aquí? —me giré, medio riéndome.
—Me esperaba un yo también.
—No necesitas que te lo diga para que sepas que ha sido así.
—Te extrañaba, ya lo dije, por eso vine—Murmuró, medio avergonzado, sonriéndome mientras mostraba su único hoyuelo.
Esta vez no me retuve de llevar la mano a su mejilla, acariciando el hueco con mi pulgar.
—No puedo estar mucho tiempo fuera—Murmuré apenada, sintiendo sus brazos pasar por mi cintura, aferrándome a él.
—Es una noche demasiado hermosa como para pasarla dentro—Sonrió, recordándome lo que había dicho en nuestra primera cita. Y yo negué, dejándome caer un poco en su pecho, abrazándolo.
—Te extrañé.
—Lo sé, cariño.
Me quedé allí durante un segundo, luego él había logrado levantarme, obligándome a pasarle las piernas alrededor de la cadera para que me cargase, directo al árbol del jardín, donde nos sepamos, conmigo a horcajadas sobre él.
—¿cómo te fue hoy? —Sonrió, pasando una mano por sobre mi muslo, acariciando la musculatura adolorida, dejando una huella de paz que se expandió por mi cuerpo.
—Bien—Asentí, mirándolo con una sonrisa, sacudiéndole el cabello con mis manos—Creo que estoy mejorando ¿cómo te fue a ti?
—Suspendí un examen—Suspiró, dejando caer la cabeza sobre el tronco del árbol—Pero bien, dentro de lo que cabe.
—Lo siento...
—No te preocupes.
—Puedo ayudarte a estudiar.
Nos miramos unos segundos, y entonces ambos reímos, negando con la cabeza.
—Bueno, puedo mirarte estudiar.
—lamento decirte, que no podría concentrarme de ser así.
—Sé que te soy irresistible, pero podrías disimularlo un poco ¿sabes? —Comenté, con una sonrisa socarrona cruzándome los labios.
—¿para qué? Si puedo disfrutar de verte fingir que no te pongo nerviosa.
Estuvimos un momento en silencio, viéndonos directamente, mientras sus manos recorrían mis piernas, hasta las caderas y devuelta a mis rodillas. Y mis manos, le trazaban las líneas del rostro, disfrutando de como se sentía piel con piel. El sonreía, me miraba como si yo brillaba y sentía que lo hacía cuando le tenía tan cerca.
Creo que yo igual sonreía.
No pude asegurarme de ello antes de que sus labios estuvieran sobre los míos, apoderándose de mí, presionándome contra su cuerpo y haciéndome volar en tan solo unos segundos. Él era mi droga.
Cuando nos separamos, el negó, manteniéndome tan cera como antes, acariciándome con la punta de su nariz.
—mira las estrellas—Murmuró, con una pequeña sonrisa—Es como si formaran un trébol.
Yo me reí, alejándome para ver al cielo, encontrando la forma en un montículo de destellos que parecían no tener mucho sentido. El también se le quedo viendo.
—Esas otras parecen una flecha.
—Esas un corazón.
—Son nuestras constelaciones—Sonreí, tomándole de la mano, sin dejar de ver al cielo—Podremos no saber las de verdad, pero estas son las nuestras.
—me gusta que creas en algo nuestro.
—Creo en nosotros—Sonreí, volviendo a verlo por fin.
De pronto sin saber si las estrellas parecían haber bajado o nosotros subido, pero sabiendo, que me sentía como en el cielo, disfrutando de él y de todo lo que podríamos ser. Aquí me sentía como si todo valiera la pena, como si la tormenta en la que mi vida se mantenía solo fuera un pequeño inca píe para esto. Para ver las estrellas bajo la tormenta. Para que el fuera mi estrella, como una supernova, siempre a punto de estallar.

ESTÁS LEYENDO
Bajo la tormenta
Teen FictionA veces se trata de derrumbarte, de caerte y aprovecharlo para ver las estrellas bajo la tormenta. Alex ha estado perdida toda su vida; en sí misma, en su familia, en ideas que otros construyen sobre ella. Se pierde tan fácil que ya no sabe en dónd...