Luego de tantos minutos en silencio Alec comentó que podría llevarme a casa y al ver la hora asentí horrorizada, imaginando la escena de mamá que me esperaba. Así que sin pensarlo ni un segundo más de lo necesario lo seguí, tal cual lo había hecho horas antes al llegar al invernadero. Solo qué esta vez Black me guío un poco más lejos, a un lugar junto al camino de gravilla, donde un carrito de golf esperaba. No pude evitar reír, ni siquiera me di cuenta de que lo hacía hasta que las protestas del rubio se alzaron, mientras le preguntaba entre carcajadas si se trataba de una pobre broma. Claro, no lo era, de hecho, estuvimos en ese carrito al menos veinte minutos, que no pude evitar rellenar con innumerables bromas, antes de llegar hasta la salida principal de la reserva. No dejé pasar el hecho de que su excusa de que demoraría una hora en salir caminando había sido una vil mentira para que fuera con él, sí, habría tardado, pero jamás una hora.
Al llegar a casa, solo había una cosa que quería hacer; encadenarme al maldito asiento y no volver a salir del auto. Quizás, aunque sea quedarme unos minutos más. Pero eso solo hubiera empeorado las cosas, y mucho la verdad, pues ya había limpiado mi cara, pero aún no encontraba una buena excusa para esas horas fueras de casa.
Solo que al final ninguna de mis preocupaciones tuvo fundamento, porque al llegar a casa esta estaba vacía y más tarde cuando dejó de estarlo supe que ya nada iría mal. Que papá ni siquiera había reparado en mi ausencia, mamá no estaba ni enterada, y que, por una vez en toda mi vida, el universo había estado de mi lado. A menos eso había encendido una pequeña llama de esperanza en el lugar donde antes había estado eso que despedace.
Jamás me enteré de a qué hora llegó papá, o si llegó, pues me pasé el resto de la tarde y noche encerrada en mi cuarto. Acurrucada entre mis cobijas con la mente vacía, tratando de entender las últimas horas, tratando de decidir qué haría con mi nueva información.
...
Al día siguiente bajé las escaleras poco antes de las siete y media, lista para mi primer día del último año. Enfundada en unos vaqueros anchos, un suéter blanco de cuello de tortuga y mi cárdigan favorito, ancho, grueso, y largo hasta la mitad de los muslos con su tono azul bloque, caminé abrumada hasta la cocina, esperando hallar algo de desayuno, pero encontrando solo a mi hermana menor, apegada a su uniforme de escuela privada y comiendo tranquilamente de un tazón de avena.
-Buenos días-Murmuré absorta, apresurándome hasta la despensa.
-Buenos días... ¿anoche escuchaste a papá llegar? -Volteé sobre mi hombro, encontrándome con la curiosa mirada de Olivia.
-No, no lo hice. -Hice una mueca, tomando el cereal y la leche de su lugar. Haciendo un esfuerzo mayor por enterrar mis pensamientos intrusivos.
-¿entonces no llegó? Porque yo me dormí tardé y no lo oí, como tu habitación está más cerca de las escaleras creí que habrías escuchado algo, pero...
-No sé, Olivia. No tengo idea de si llegó o no, deja de ser tan obsesiva- Espeté con exasperación, devolviendo las cosas a su lugar luego de servirme mi desayuno.
-¿acaso te levantaste con el pie izquierdo? ¿qué te pasa? -frunció el ceño en mi dirección, viéndome con una pisca de enojo mientras me dejaba caer frente a ella en el mesón de la cocina.
-No, es mi personalidad ¿algún prob... ¿ese es papá? -Me interrumpí abruptamente al oír la puerta principal ser cerrada con violencia.
-Mamá está en su cuarto-Asintió, dejando en claro que solo papá podía entrar sin tocar.
Nos quedamos en silencio unos segundos, agudicé el oído y casi salté al oír pasos pesados hacia la cocina. Asentí una y otra vez cuando Olivia me preguntó si era él, reconocería ese ritmo al caminar donde sea, así que ambas nos concentramos en parecer distraídas mientras se acercaba... o al menos yo lo hacía.
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Bajo la tormenta
Roman pour AdolescentsA veces se trata de derrumbarte, de caerte y aprovecharlo para ver las estrellas bajo la tormenta. Alex ha estado perdida toda su vida; en sí misma, en su familia, en ideas que otros construyen sobre ella. Se pierde tan fácil que ya no sabe en dónd...