Mierda.
Jamás debí moverme del lado de Black ¿por qué lo hice? Si desperté tan cómoda entre sus brazos. ¿Por qué lo hice? Si estaba tan calentita con los pantalones que jamás admitiría que si me gustaban. ¿Por qué lo hice? Si me había pasado casi quince minutos viéndolo dormir, lo podría haber hecho más tiempo. Soy una idiota.
Pero no, por la mierda que no pude quedarme acostada como una persona normal. Era una idiota. Había pensado que quizás Black querría besarme al despertar y que tenía que tener buen aliento para eso, así que había entrado a su baño esperando encontrarme con un cepillo de dientes nuevo. Pero no lo hice, no, no, tuve que dejar caer dentífrico en mi boca y enjuagarme con él mientras lo que sí había encontrado descansaba a un lado en el lava manos.
¿Por qué tuve que encontrarlo?
Mierda.
Las tijeras se resbalaron de mis manos medias sudorosas, repiqueteando contra el piso, a unos pocos centímetros de mis pies. Pero ni siquiera me importo, yo solo me estaba viendo a mí. En el reflejo del espejo seguía luciendo como anoche, con los pantalones de unicornios y la camiseta de Alec, con ojeras de cansancio y demasiadas pecas para contar. Pero... mi pelo. Mi pobre pelo.
No me había cortado el cabello desde los quince, jamás, ni siquiera las puntas. Mamá no lo permitía, porque la ultima vez que lo hicieron fue más de lo que ella quería y estuvo furiosa conmigo por semanas. Simplemente, no me había cortado el cabello en cuatro putos años, en mi vida jamás lo había llevado por sobre el busto. ¿Qué se supone que hiciera ahora? Mamá estaría furiosa.
Tragué en seco, muy consciente de la mueca horrorizada que traía en el rostro mientras bajaba lentamente la mirada al piso. Había repartido mi cabello en dos mitades con las ligas que había usado para sostenerlo; y ahora los mechones reposaban sobre las baldosas color crema del suelo, con las malditas tijeras a un lado. ¿Me los podría pegar de vuelta a la cabeza?
-¡Brown! -Pegué un salto en mi lugar cuando oí la voz de Black, sonaba alarmado-¡Brown!
-¡Aquí! -Chillé con un hilo de voz, incapaz de mover un solo musculo de mi cuerpo, media paralizada. ¿Me seguiría queriendo luciendo así?
-Joder, por un momento creí que te habías ido-Se rio, de pronto teniendo un tono adormilado que seguro se le había espantado con la preocupación. -¿qué haces?
-No entres-Exclamé, saltando aterrada hacía la puerta del baño, cerrándola en el momento justo en que su mano se posó sobre la madera.
-Demonios, perdón ¿te estabas cambiando?
-No-Negué, aturdida, recordando que ni siquiera sabía dónde había dejado mi ropa la noche anterior. Debía buscarla, solo traía eso y a mi madre le daría un paro cardiaco si llegaba con ropa de chico.
-¿estás bien? -Inquirió, nuevamente preocupado, golpeando con los nudillos la madera.
-Si.
-Muy bien, Alex necesito más información-Insistió, haciendo el intento de mover la manilla para abrir la puerta, pero yo la estaba sosteniendo desde dentro. -¿cariño, estás bien?
-¿recuerdas lo de quedarme solo una noche? -Medio murmure, sintiendo mi propia voz más aguda de lo normal, como la de una niña asustada. -Creo que ahora me mudare a tu baño.
-¿me vas a dejar pasar? -Insistió, luchando por mover la manija de la puerta mientras yo hacía un esfuerzo por evitarlo. -Alex, por favor, me estoy preocupando.
-¡No hay de qué preocuparse! -Agregué, paniqueada. -Dormiré en la ducha, puedes pasarme comida con una bombilla por el cerrojo y yo... lavaré esta misma ropa una y otra vez.
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Bajo la tormenta
أدب المراهقينA veces se trata de derrumbarte, de caerte y aprovecharlo para ver las estrellas bajo la tormenta. Alex ha estado perdida toda su vida; en sí misma, en su familia, en ideas que otros construyen sobre ella. Se pierde tan fácil que ya no sabe en dónd...