Capitulo XXXI

10 1 0
                                    

-Te odio-Farfullo ensimismada, dándole vueltas al elástico del pantalón de felpa que Alec me ha obligado a ponerme para que al caminar no pase de largo por mi cintura hasta mis pies. -Te odio mucho-Insisto, viendo aquel pantalón de pijama que él llevaba puesto aquel día que fue a mi casa; el celeste con impresiones de nubes y unicornios. Solo necesitaba verme una vez para saber que a la única persona del mundo que le iría bien algo así es Alec.

-Me amas y mucho, cariño-Canturreó fuera del cuarto de baño, y casi podía oír su sonrisa burlona-Ahora sale, seguro te ves mmmuuuuyy sexy.

-No creo que sea la definición correcta-Me reí, pasándome una de sus camisetas por sobre el cuello, dudando un poco si quitarme o no el sujetador, aunque finalmente creo que no sería muy buena idea.

-Yo creo que es la definición correcta para cualquier cosa que te implique a ti-Insistió, comenzando a silbar una canción que desconocía.

Me vi al espejo una última vez; Alec había puesto puntos adhesivos sobre la herida de la frente, según él era mejor que una curita, para cicatrizar y no sé qué cosas, yo le creía lo que fuera. Y me había quitado mi pobre maquillaje corrido, así que ahora tenía todas las pecas y ojeras a relucir. Supuse que Alec también tenía que aprender a amarme en mi versión demacrada y desaliñada para que pudiéramos vivir juntos en poco tiempo, así que resoplé, jalé un poco la coleta mal lograda en la que había juntado mi cabello y salí del cuarto de baño.

-¡Lo amo! -Chilló llevándose las manos a las mejillas cuando me vio fuera, viendo sus pantalones sobre mí, llevando el mismo una versión amarillo chillón con pizzas por todos lados. -Es como ver un cocodrilo con vestido.

-Que romántico-Hice una mueca, dándole un leve empujón que no sirvió de nada para alejarlo, pues rápidamente me atajó por la cintura, pegándome a él. Y yo no me quejaba en absoluto.

-Te ves hermosa-Me aseguró, sacudiendo un poco la cabeza para que sus rizos rubios me golpearan el rostro. -¿eso si es lo suficiente romántico para ti, Brown?

-Supongo que lo es por ahora, sí-Asentí, colando mis brazos alrededor de su cuello, cargándome un poco en él.

-Oh vamos ¿y cuando te toca a ti lo de ser romántica?

-Claro que soy romántica-Casi chillé, indignada.

-No nos mintamos así.

-Te recuerdo que yo fui la que te pidió que fuéramos novios-me quejé, jalando levemente de un mechón de su cabello rubio.

-¡No es mi culpa que me robarás eso!

-¡Yo no te robé nada! Además, también te recuerdo que fui la primera en decir te amo, de una forma muy romántica, por cierto.

-Repito, no es mi culpa que me quites todos los momentos importantes-Recalcó, acercándose a mi hasta que su nariz estuvo prácticamente pegada con la mía.

-No es mi culpa que seas más lento que una tortuga para estas cosas-Bufé, haciéndolo reír-Incluso yo, siendo una testaruda, me he lanzado a estas cosas primero ¿es que no ves cuanto orgullo he dejado de lado por ti? Ingrato.

-¡Yo no soy lento! -Se quejó, indignado-Solo no me gusta presionarte.

-Ah-Suspiré, sonriendo divertida-Entonces eres un cobarde que prefiere que yo de los grandes pasos.

-Oye, no es justo.

-Muy bien, muy bien, dejémoslo en un punto medio-concedí, rondando los ojos para que quitara ese puchero que me ponía de los nervios-Pero que quede claro que soy romántica Y que no te he robado ningún momento.

Bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora