Capitulo XXVI

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-¿entendiste? -Sonreí inconscientemente cuando Alec me devolvió la mirada, llevaba un par de gafas esta vez, nunca lo había visto con ellas y solo hacían que me gustara más. Y quizás me parecía un poco... sugerente con ellas-¿Brown?

-Cuando te dije que mi familia saldría hoy no espere que vinieras enseñarme matemáticas ¿sabes? -Dije entonces, cargándome del mentón sobre la palma de mi mano, viendo todos los ejercicios del libro. Él sonrió, visiblemente divertido, volviendo a apuntar el ejercicio en el cuaderno.

-Quiero ayudarte-Respondió con una media sonrisa, mostrando ese único hoyuelo que siempre me había gustado mucho-Así que si entendiste deberías poder descubrir la respuesta.

-hay muuuuchas otras formas de ayudarme-Insistí, estirándome en la silla para que mi rodilla golpeara con la suya, haciendo que recobrara la distancia rápidamente, visiblemente nervioso.

-Vamos, hablo en serio.

-Muy bien, muy bien-tomé mi lápiz y miré el cuaderno, que, para mí, seguía siendo una masa de números sin sentido. Hice una mueca-Mmmh-Musité, tratando de parecer como si entendiera lo suficiente como para pensármelo, pero luego, llevé el lápiz a la hoja y donde debería poner el resultado de la ecuación puse una carita triste, volteándome hacía Alec fingiendo la misma expresión-Perdón, no entiendo.

Dios mío, me daba tanta vergüenza ajena a mí misma. Nunca antes había tenido la confianza para comportarme así con alguien y... me sentía como una puta niña.

-Pero cuando te preguntaba si estabas entendiendo siempre asentías con la cabeza-Se quejó, entreabriendo la boca en una mueca de incredulidad hacía el cuaderno.

-Es que me da vergüenza preguntarte-Confesé, siendo ahora yo el foco de su mohín-Estás tratando de enseñarme y no quiero molestar aún más.

-No molestas, Brown, lo hago porque quiero-Me aseguró, pasándome un mechón por detrás de la oreja, sonriéndome.

Dios ¿algún día me acostumbraría a que me mirara de esa forma? ¿o a que quisiera ayudarme? Por un demonio, le importaban más mis estudios que a mí misma, y siempre estaba ahí. Siempre. Y como una estúpida mi única forma de responder para no entrar en pánico era o coquetearle o bromear.

-¿te he dicho que amo como te ves con lentes?

-Será mejor que vuelva a explicarte esto-Suspiró, acariciándome la mejilla antes de volver a tomar el cuaderno. Solo que ni siquiera alcanzó a poner la punta del lápiz en la hoja.

-bueno, no me esperaba esto.

Los vellos de la nuca se me crisparon, el terror me rellenó el estómago. Quería vomitar, no había comido nada y quería vomitarlo todo. Tuve que obligarme a no hacerlo allí mismo, enderezándome con todo el cuerpo tenso, que empeoro aún más al ver al hombre que se recargaba sobre el marco de la puerta, viéndome con un mohín burlón, con cierto aire a alcohol. Mi padre.

Las cosas buenas siempre tienen un final, en mi vida siempre fue así. Y en ese momento estaba segura de que sería el final.

-No te preocupes, tu madre y Olivia están en el spa-Sonrió aún más, con un enigma quemado en su mirada que me hizo sudar en frío, en especial cuando se rio... se rio, nunca había oído que lo hiciera. -¿Realmente eres una zorra, no es así?

-No puede hablarle así-Me crispé cuando vi a Alec levantarse de su lugar, tensando los músculos de la mandíbula como si estuviera apretando los dientes con demasiada fuerza para no soltar cosas peores. -Es su hija ¿es que no le importa?

-¿y quién eres tú? -Papá se enderezó en su lugar, cruzando los brazos sobre su pecho son suficiencia, muy consciente ahora de que le sacaba por lo menos una cabeza y media al rubio, y que era dos veces su grosor. -¿cuánto le pagas?

Bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora