Capitulo XXV

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No lucía muy distinto desde la última vez que nos habíamos visto. Seguía vistiendo reglamentariamente camisetas blancas y vaqueros negros, seguía teniendo ese lunar bajo el labio inferior y esos ojos oscuros. Seguía siendo él. Con el pelo más largo y revuelto de lo que recordaba, con una nueva barba insipiente alrededor de la mandíbula y un olor a alcohol que me revolvía el estómago. Él me revolvía el estómago, con sus parpados medio cerrados, sus pasos titubeantes y su media sonrisa autosuficiente, él me hacía sentir enferma.

Recordaba la última vez que lo había visto, habíamos estado discutiendo en mi cuarto, ya no recordaba porque, pero él no dejaba de gritarme y yo no me quedaba atrás. Estábamos hartos el uno del otro, o al menos yo lo estaba de él, aunque siempre creí que él no estaba cansado de mi... solo frustrado. Y en cierta forma lo entendía. Como lo había hecho esa tarde, cuando había aceptado a terminar una vez más en la cama, como si no hubiéramos estado furiosos por horas. Siempre lo había entendido, pero ahora, ahora no lo hacía. No sabía que había más allá de su mirada y me ponía ansiosa. Odiaba no entender algo, por eso odiaba las matemáticas y me odiaba a mí. Porque no entendía y siempre creí que debía saberlo todo.

-Aaron-El nombre salió de mis labios como un suspiro entrecortado, mientras echaba miradas de reojo para comprobar que Alec no viniera por mí. Y no lo había hecho, pero no dudaba en que, si tardaba un poco más, lo fuera a hacer.

-Así que recuerdas mi nombre-Dio un par de pasos hacia a mí-Siempre tratas de escapar de todo-Medio se rio, mandando un aliento con olor a licor hasta mis fosas nasales, que se quejaron con un temblor. -¿por qué te esfuerzas tanto por hacer eso?

-Yo...

-No respondas-negó y pude ver el dolor en su mirada, el dolor que yo había causado. Y pude ver, que en realidad si era diferente, que ya no era el Aaron dulce y extrovertido que había conocido, que ya no era aquel chico que siempre sonreía. No lo era... y era mi culpa. Yo había hecho eso-¿por qué lo hiciste?

-¿qué? -Tartamudeé, haciendo un esfuerzo por enfocarme, un esfuerzo por nadar entre esos pensamientos envolventes que me nublaban la mente.

-Sabes a que me refiero ¿por qué te fuiste?

-Aaron...

-¡No digas mi nombre de esa forma! -Exclamó, apretando los puños a sus lados. Una imagen de papá haciendo exactamente lo mismo me bombardeo unos segundos, desconcertándome. -Solo responde, dime por qué.

-Lo siento-titubeé, levantando la mirada hasta esos iris oscuros, que me devolvieron la mirada cargada de desdén-De verdad lo lamento, te lo dije, yo... me disculpé.

-¿y qué crees que cambia eso? -Soltó una risa agría, sin quitarme un solo segundo los ojos de encima-Disculpa, perdón, lo siento. La misma mierda inservible, el daño está hecho, ya hace mucho y solo quiero saber por qué Alex. ¿Por qué te fuiste así? ¿Por qué me abandonaste?

-Mi madre...

-¡Me importa una mierda tu mamá! ¡Tú me dejaste! ¡No ella! ¡¿Por qué?! -Cerré los ojos cuando sus gritos me golpearon el rostro.

¿Desde cuando estábamos tan cerca?

-Mírame a los ojos-cerré los míos con aun más fuerza.

Mierda ¿por qué no podía mirarlo? ¿por qué tenía miedo? No quería tenerlo, no con él, no más, no fuera de mi hogar donde me sentía protegida, no donde me había pasado horas bailando con Alec. No quería tener miedo.

Entonces abrí los ojos y me encontré con Aaron mucho más cerca de lo que pensaba, con sus dos manos a los lados de mi cabeza y una mirada rencorosa.

Bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora