Capitulo XXI (parte uno)

6 1 0
                                    

-No puedo creer que me esté haciendo esto-La voz molesta de mamá sonaba cada vez más indignada mientras, desde mi lugar en la butaca, veía su figura esbelta moverse de un lado al otro en la cocina. -No lo entenderá hasta que sea madre. Y lo sabe.

-fue mi idea, mamá-Suspiré, logrando por fin captar su atención, haciéndola voltear hacia mí con una mueca horrorizada en el rostro. Cerré los ojos un momento y me apresuré a agregar: -Quiero que sea sorpresa, tenemos preparado algo grande y quiero que lo veas solo cuando sea perfecto. Como... un regalo. Por todo lo que has hecho por mí.

Supe inmediatamente que eso había sido suficiente para complacerla, porque todo su rostro pareció relajarse, incluso creí ver lágrimas en sus ojos cuando se acercó a sostener mi rostro entre sus dedos alargados.

-Gracias, hermosa-Murmuró, besando mi frente mientras yo creía poder fundirme en ese cariño que siempre había querido y me había faltado.

Aunque aún temía que no fuera a durar mucho. Mamá llevaba unos días en su faceta de madre ejemplar, desde su crisis en la pista al menos, había tenido algunos piques, como el que tuvo cuando Olivia decidió que prefería a papá. Pero sobre todo actuaba como si todo fuera perfecto. Cada vez que me mensajeaba con Olivia ella me lo sacaba en cara, parecía ser lo único de lo que quería hablar desde su cama de hospital, y se quedaría allí al menos dos semanas, hasta que ya no corriera ningún riesgo de infección o que los puntos se le abrieran, por lo que tenía largas horas para hablar sobre el tema. Y bueno... papá también estaba con ella.

¿Qué tan malo era que me sintiera un poco aliviada de no tenerlos en casa?

-Déjame ver tus manos-Mamá me dio una última caricia en las mejillas antes de obligarme a mostrarle las palmas, tres días después, seguían heridas, aunque ya no dolían demasiado y bajo las vendas la piel delicada comenzaba a secarse. -Debiste llevar tus guantes.

-Lo siento-Agaché la cabeza, concediéndole la razón. Odiándome un poco, porque nunca agacharía la cabeza frente a nadie, pero cada vez que me imaginaba tomando la actitud que quería frente a mamá, el terror me recorría y me obligaba a hacer lo contrario.

-Andas distraída últimamente-Comentó analizándome el rostro con los ojos, plantando la semilla de pánico en mi interior. Aunque no me permití exteriorizarlo, como nada de lo que realmente sentía.

-Solo estuve un poco resfriada

-No-Negó, mirándome con los ojos entrecerrados. -No es eso.

Tragué en seco.

-¿estás nerviosa por las olimpiadas? -Preguntó con un deje de preocupación y lastima. Y me habría revuelto el estómago si no hubiera sido la excusa perfecta. Así que asentí. -Oh, pequeña niña, todo irá perfecto.

Parpadeé, estupefacta cuando sus brazos se cernieron a mi alrededor. No recordaba la última vez que me hubiera abrazado de esa forma, no sabía incluso si lo había hecho o no alguna vez, y la calidez me tomó por sorpresa. Tensando todos mis músculos, dejándome pequeña y débil sobre el hombro de mi madre, que por una vez se sintió acogedor. Los ojos se me llenaron de lágrimas cuando me acarició el cabello, doblándose hasta besarme sobre sus caricias.

-eres talentosa-Dijo en un susurro, que me entró ganas de volver a ser una niña para que pudiera decírmelo, porque tal vez así pudiera creérmelo ahora. O tal vez podría lograr que no me largara a llorar en ese mismo momento. -Tranquila, hermosa. Todo va a salir bien, traerás la medalla a casa y será mi regalo. Creo en ti.

Negué cuando trató de quitarme de sus brazos, escondiendo mi rostro sobre su hombro, humedeciendo su blusa formal. No quería perder un momento de eso. Necesitaba hacerlo durar, tatuarme el calor maternal sobre la piel hasta quemarme, necesitaba eso para al menos seguir mintiéndome y pensar que uno de mis padres si me amaba. Porque ya sabía que papá no lo hacía ¿tenía yo algún derecho de llamarlo así acaso? ¿podía llamarle padre cuando solo se hacía cargo de mi por el dinero? ¿podía hacerlo acaso cuando cada parte de él me odiaba y deseaba que nunca hubiera existido?

Bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora