Capitulo XXII

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Semanas después estábamos con Olivia, recién llegada del hospital, sobrecargadas por los codos sobre la mesada de la cocina, viendo con asombro como papá cocinaba una tanda de huevos revueltos como desayuno, mientras mamá pesaba mí desayuno en una balanza.

-¿desde cuándo están así? -Me susurró mi hermana, apenas moviendo los labios, como si temiera poder arruinar lo que fuera que pudiera estar pasando.

-dos semanas-respondí yo, siguiendo los movimientos de papá con la mirada. El castaño parecía ligero y casi... feliz, mientras recorría la cocina con cucharas y condimentos.

-¿crees que vayan a estar así siempre? -No deje pasar la felicidad en la voz de Olivia cuando lo mencionó, ganándose por fin mi completa atención.

-No lo sé.

-Yo creo que podrían ambos estar cambiando.

Hice una mueca.

Podría ya creerme el cambio de mamá, acostumbrarme a que ya no revisara mi celular o que ahora de vez en cuando me dejara tomar el autobús, o incluso salir con Carter. Podía creerme eso, lo hacía, de hecho. Llevaba gran parte del tiempo confiando en ello, despreocupándome un poco más y permitiéndome más libertades. Pero eso era una cosa, y papá, algo completamente distinto.

Podía creerme una y otra vez los cuentos de mi madre, caer cien veces en sus mismos trucos... Pero ¿papá? Los recuerdos de los secretos en su oficina seguían frescos, algunas noches soñaba con el siendo feliz con otra familia mientras a mí se me caían dientes agujereados y se me encerraba detrás de puertas selladas. Quizás era porque no estaba acostumbrada a molestarme con él y con mamá si, o porque aún podía ver las miradas de odio que de vez en cuando nos echaba a ambas, o las llamadas a hurtadillas que había escuchado desde el otro lado de su puerta.

Tampoco, podía dejar pasar que en aquellas noches que con Alec nos habíamos acostumbrado a pasar en mi jardín, hablando de constelaciones que solo para nosotros existían, más de una vez le había visto escapar por la ventana. Directo hacía su verdadera familia.

No, no podía confiar en que el estuviera cambiando. No cuando yo realmente sabía cosas.

-No lo sé-Repetí, con el tono un poco más bajo-no sé muchas cosas querida hermana-Le sonreí a mamá cuando dejó un plato de avena, frutas y suplementos vitamínicos frente a mí. -Pero deberías disfrutarlo.

-¿y tú? -Ni siquiera me esmere por devolverle la mirada, ahora mamá había cruzado la cocina y le rodeaba el torso a papá por la espalda. Necesitaba vomitar. -También deberías...

Se calló cuando el sonido de una notificación llegando a mi celular nos interrumpió, con una sonrisa radiante surcando en mis labios al ver el mensaje en la pantalla.

"¿ya desayunaste? No lo olvides"

Me llevé el vaso a los labios para reprimir una sonrisa inevitable al ver el nombre de Alec sobre el mensaje.

-No-Negué echándole un vistazo a mi hermana menor, que no había dejado pasar mi reacción al mensaje de texto. -Yo no lo necesito.

-Sabes que eso no es cierto.

-Olivia, papá nunca ha sido conmigo como contigo. Créeme que, si es eso lo que puede entregarme, no lo necesito. -Me encogí de hombros, llenándome la boca de comida para evitar sus preguntas, aunque tampoco parecía tener intención de hacerlas; sabía que la ponía de malas que yo hablara mal de papá.

Pero no me importaba mucho ya, yo antes igual temía hablar mal de él, pero sabiendo las cosas que debía decir mi querido progenitor sobre mí, prefería devolverle la misma moneda.

Bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora