Las semanas pasaron, y a veces me costaba creer lo mucho que las cosas habían cambiado. Mamá seguía sin dirigirme la palabra, ni yo a ella, solo teníamos contactos de los que preferíamos no hablar; como los posts its en la nevera, recordándome una práctica o yo a ella que comiera. No era mucho, pero suponía que era lo único que podía esperar de nosotras ahora, jamás ninguna había sido muy buena para disculparse, y ahora parecía que aún menos. Y aunque no podía negar que dolía, sabía que era para mejor, hasta que yo terminara de sanar y ella al menos lo intentara. Era lo mejor.
Así como eran mejores ahora las cosas con Olivia, quien a pesar de pasar cada vez menos tiempo en cada; siempre de aquí para allá con papá, ahora era más cercana a mí, y aunque me costaba un poco, hacia el intento. Y cada vez estaba más convencida de que conocer a Carter podría hacerle bastante bien, aunque se siguiera negando. Hablábamos por mensaje y llamadas cuando no estaba en cada y cuando sí, veíamos películas hasta las tantas y tratábamos de aprender a cocinar. Las cosas eran mejores.
Como habían sido mejores también esas calificaciones en los exámenes finales, que al tener en mis manos no había podido evitar correr al autobús para llegar a la universidad de Alec, a donde nunca antes había ido pero que sabía que estaría a esa hora. Él me había contestado la llamada mientras salía del campus, encontrándome en medio del estacionamiento, junto a su auto, blandiendo un boletín de calificaciones que tenía las mejores que había logrado en toda mi vida. Esa noche, para celebrar las vacaciones y mi peculiar éxito salimos con el resto de nuestros amigos, terminando al final, durmiendo todos en el departamento de Lauren.
Todo estaba siendo cada vez mejor y no podía evitar pensar en ello mientras los labios de Alec se posaban sobre los míos, atrapando uno de ellos entre sus dientes de vez en cuando obligándome a suspirar y entregarle la oportunidad de intensificar el beso. Sonreí cuando sentí sus manos desaparecer de mis muslos, solo para luego llevar al borde de mi camiseta ajustada que la verdad, poco cubría sobre el ombligo, lo que le facilito escabullir las manos debajo de la tela; recordándome todas las veces que aquellas prendas han sobrado y las hemos quitado, solo para siempre terminar siendo interrumpidos. Como esta vez hice yo.
-Carter está en el cuarto del lado-dije a duras penas, tragando en seco en un patético intento por acompasar mi respiración, que parecía no querer volver a la normalidad mientras dejaba caer la frente sobre su hombro.
-siempre puedo lanzarlo por la ventana-propuso, quitando sus manos de debajo de mi camiseta para plantarla sobre mis caderas, cerciorándose de que no me moviera de su regazo. Y sabía que, bajo aquella broma, había una gran capa de frustración.
-idiota-rodeé los ojos, riendo entre dientes al incorporarme, quedando frente a frente con el chico de los ojos verdes.
-o puedo darle dinero y que se vaya a buscar algo lindo.
-Tu mamá también está, abajo ¿recuerdas? -sonreí, pasándole una mano por el cabello, desordenándolo con los dedos.
-odio a todos en esta casa-farfulló, echando la cabeza hasta atrás, dejándome una muy favorable vista de su tatuaje, que no dude en acariciar con la punta de los dedos, mientras otra de mis manos estaba en su nuca, pasando lentamente mis dedos por ella. -¿por qué nunca podemos estar solos?
-¿mala suerte quizás? -me reí, pasando la uña sobre la tinta-o quizás somos muy idiotas y nunca nos fijamos en si alguien más estará.
-somos unos idiotas-Afirmó, haciendo una mueca mientras enterraba un poco los pulgares sobre mi cadera. -muy idiotas.
Dejé de acariciarlo cuando oí el timbre de mi celular, que tuve que rebuscar, para finalmente encontrar bajo una de las almohadas de Alec. No tenía idea de cómo había llegado allí. Pero era Sussie quien me escribía. Hice una mueca, mi entrenadora cada vez estaba más ansiosa por las olimpiadas; y no miento, yo también, pero ella no ayudaba para nada mandándome mil mensajes al día al respecto.
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Bajo la tormenta
Fiksi RemajaA veces se trata de derrumbarte, de caerte y aprovecharlo para ver las estrellas bajo la tormenta. Alex ha estado perdida toda su vida; en sí misma, en su familia, en ideas que otros construyen sobre ella. Se pierde tan fácil que ya no sabe en dónd...