13- Anochecer en tus brazos...

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Los gemidos cubrían cada parte de la habitación. El celular de Gerónimo había sonado toda la tarde. Lo llamaban de la iglesia. Sólo había llegado a escribir un mensaje a las 7 de la tarde, avisando que no daría la misa de hoy, que se sentía indispuesto.

"Más mentiras".

Ese pensamiento lo ataba, lo asesinaba minuto a minuto, y, con todo eso, no podía detenerse. Se follaron en todas las posiciones posibles, tomando turnos, masturbándose, enloqueciendo de placer, de todo lo que encerraba un encuentro de ellos 2 solos que era algo que, hasta ese momento, pocas veces había ocurrido.

Se disfrutaban, los besos, las caricias, las miradas, Dios, Ariel estaba hipnotizado por ese hombre y a Gerónimo le ocurría lo mismo. A tal punto que, el encuentro sexual de Ariel con otro quedó en un segundo plano.

Llegada la noche, y con el cuerpo al borde del colapso, Gerónimo esparció el lubricante sobre la separación de las nalgas de Ariel, quien tenía su pelvis apoyada sobre dos almohadas.

La entrada tenía un color carmesí después del festival de folladas que ambos se habían dado, sin embargo, una cosa era el pene de Ariel y otra muy distinta el de Gerónimo.

"Eres enorme".

Ariel se lo decía cada vez que ese pedazo de carne empujaba en su interior, y el dolor pasaba como una corriente eléctrica hasta su cabeza. No obstante, el placer que venía después de los primeros embistes hacía que todo valiera la pena.

El pene se deslizaba sin problemas a esa altura de la noche, Gerónimo mordió el lóbulo de la oreja de Ariel y este giró su cabeza, buscando su boca.

Un beso descarnado, acompañado de un vaivén continuo de ambos, en donde llevaban el mismo ritmo bestial. Necesitando hacer llegar al orgasmo al otro. Ariel agarró la almohada sobre la que descansaba su mejilla y la apretó, cuando la velocidad de los embistes fue difícil de seguir.

― Me encanta lo mucho que duras.

Pronunció y Gerónimo le besó el cuello como respuesta, haciendo movimientos circulares con su pelvis, descansando sus caderas sobre las nalgas de Ariel.

Ariel era perfecto, físicamente hablando, pocos hombres eran similares en belleza a los del Litoral, la mezcla de etnias europeas nórdicas junto a los nativos había generado seres hermosos. Su cabello negro, sus ojos de un verde poderoso igual a la selva, unos labios rosados delineados y con el tamaño justo ya que se adaptaban a la boca y a la verga de Gero de una manera excepcional.

Por incontables minutos, Gerónimo lo folló, haciéndolo gritar por momentos al hacerlo orillar el orgasmo, sin embargo, cuando intuía que Ariel estaba cerca, disminuía el ritmo, alargando el momento.

Gerónimo salió de él y lo arrastró fuera de la cama, haciendo que se agarrara de la orilla de esta y sus rodillas apoyadas en el piso de madera. Ariel abrió las piernas y levantó el trasero, invitándolo a seguir.

TEMPESTAD - S.B.O Libro 10 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora