Un hombre peligroso y otro prohibido.
Danisa Jansen ha tenido el privilegio de probarlos a ambos. Y, al mismo tiempo, ese privilegio se transformó en dolor.
Hoy, ella cuenta su historia a través de un libro, un libro que ha llegado a manos de ambos...
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― ¿Y el jefe?
Mario preguntó, cargando su bolso de mano en el aeropuerto junto a Baltimore y Bruno.
― No sé, me parece que está en el baño...
― ¿De nuevo?
― ¿Qué? — preguntó Bruno, riendo — ¿Le llevas la cuenta de las veces que Brandon entra al sanitario?
Mario le dio un empujón y todos rieron, todos, excepto Azali quien llegaba en ese momento y los muchachos quedaban en silencio.
― ¿Tú vas?
― Por supuesto, Brandon también me ha invitado. Si los otros se quieren perder el viaje es problema de ellos.
Mario frunció el ceño. Azali había estado en Río, había renunciado a su trabajo como custodio de Danisa Janssen y de repente ¿iba a regresar?
― Me parece raro, considerando que juraste no volver al lugar porque lo odiabas...
Dijo Mario y Azali se mantuvo en silencio.
Bruno llevó su vista hacia abajo y agarró la mochila la cual, había dejado en el piso. Acomodó los paquetes que llevaba para que no se estropearan y Azali se acercó, quitándosela.
― ¿Qué carajo llevas ahí?
Bruno frunció el ceño, sus manos en puño, controlando las enormes ganas de golpear a ese imbécil. Y, sin más, Aza vertió sobre el piso las cosas que llevaba ahí.
― ¡Qué hace!
Exclamó el muchacho, cuando un pequeño paquete envuelto en papel dorado se despedazó.
― ¿Qué era eso? ¿Una botella? ¿No sabes que no puedes transportar líquidos en los bolsos de mano?
Azali rio. Mario y Baltimore lo observaron con tristeza y asombro, ¿quién carajo era este ser despreciable y qué había hecho con Azali Mohambi? El hombre protector que se preocupaba por todo el mundo.
Mario le echó un vistazo al paquete y de inmediato supo qué contenía.
― ¿Qué es eso?
― Es una burbuja de cristal, en su interior tiene las iniciales de la Srta. Jansen.
― ¡Por Dios hombre! ¿Podrías ser un poco más cursi?
― Bueno, me conformo con que no se me ría en la cara, lo de cursi lo soportaría...
― A ella le encantará, estoy seguro...
Mario ardió de furia. Bruno estaba de rodillas levantando las pertenencias. La ira fue tal que, de inmediato, el enorme hombre le dio un empujón a Azali, arrojándolo al suelo.