Un hombre peligroso y otro prohibido.
Danisa Jansen ha tenido el privilegio de probarlos a ambos. Y, al mismo tiempo, ese privilegio se transformó en dolor.
Hoy, ella cuenta su historia a través de un libro, un libro que ha llegado a manos de ambos...
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Azali intentó tomar entre sus brazos de nuevo a esa mujer que, minutos antes estuvo a punto de deshacerse en gemidos debajo de su cuerpo.
Danisa se tensó, empujándolo con toda su fuerza, con el asco y el dolor vibrando en su pecho.
― ¿Por qué mierda no te quedaste en Ciudad del Cabo? Al menos, seguiría teniendo una idea maravillosa de ti, una utopía, no una basura como la que tengo frente a mí.
― Amor...
― ¿Te atreves a llamarme amor? ¿En serio?
Danisa estaba tan furiosa como jamás lo había estado en la vida.
― ¡Te escuché imbécil! ¡Escuché cada palabra que le decías a la cornuda de tu esposa bastardo!
Azali negaba y movía las manos, buscando explicar.
― ¿Es que no lo ves? Debo mantenerla contenta, de lo contrario sospechará.
― ¿Qué? ¿Qué va a sospechar?
― Que me acuesto contigo.
La mujer volvió a reír.
― Y después de todo, ¿sigues pensando que voy a abrirte las piernas?
― ¿Por qué no?
Azali, con la seguridad que lo caracterizaba se acercó a ella, llevándola hacia la pared. Quiso besarla y Dani giró su rostro hacia un costado. El hombre aprovechó para besar su cuello y hablarle al oído.
― Tú me deseas, tú cuerpo habla fuerte y claro, igual al mío. No lo niegues, ¿piensas que alguien más te dará lo que voy a darte yo?
Danisa, esta vez, lo miró sin miedo.
― ¿Recuerdas lo que me dijiste esa vez cuando te enteraste de que estuve con 2 hombres? ¿Cuándo te conté mi tristeza?
Azali tragó saliva.
― "No te quedes con nadie que te trate como menos de lo que eres. Eres una diosa".
― Sí — respondió con tristeza —¿Qué pasó con ese hombre?
Azali tomó distancia de la mujer, volviendo a la frase, recordando, como si todo este tiempo hubiera estado en letargo.
― Soñé muchas veces con ese hombre — confesó la chica —. Soñé con tenerlo en mi cama y que me diera placer, soñé con tenerlo en mi vida, compartiéndola.
Los ojos de Danisa se llenaron de lágrimas.
― Pero, entendí que tu habías elegido y debía salir adelante. Entonces, vuelves a aparecer en mi vida ¿Y qué me ofreces? ¿Un polvo?
Azali se giró y caminó hacia el sofá, donde se sentó, apoyando sus antebrazos sobre sus piernas.
― Yo... me enamoré de ti, de verdad... — aclaró —. Sin embargo, cuando regresé a Cuidad del Cabo me encontré con otra Débora, una mujer plena, sin miedo, con ganas de luchar por lo que tenemos y, sin darme cuenta...