58 Reinicio

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Alexander entiendo tu amor y tu impaciencia, sin embargo, debes saber lo que tendrás en frente una vez que atravieses la puerta de esa habitación de hospital.

Lo amo, lo demás no importa, Dr. Hoffman.

Alex — lo sujetó del brazo con fuerza —. El Luciano de Almeida que conocías ya no existe y, la verdad es que desconocemos si alguna vez regresará.

¿De qué estás hablando?

Sufrió varios traumatismos en el cráneo — el ruso tragó saliva.

¿Entonces?

Gonzalo buscaba una forma más amable de decir la verdad, pero, no la había.

Luciano tiene amnesia retrógrada. Ni siquiera sabe su nombre.

¿Qué? — indagó, con su rostro lleno de espanto —. ¿Qué significa eso? ¿No sabrá quién soy?

No, lamentablemente. Desconozco si será sólo un proceso temporal, pero, por ahora, esa es la realidad a la que te enfrentarás...

Las manos del ruso temblaron cuando tocó el picaporte. Debía mantener la tranquilidad, cualquier acción efusiva alteraría su frágil estado mental.

Unos campesinos lo habían encontrado. Cuando las fuerzas de rescate llegaron a la aldea de inmediato lo reconocieron. Luciano estaba en trance, sin saber nada del mundo, barbudo, desnutrido y andrajoso, cubierto de heridas y vendas caseras.

Los aldeanos lo habían encontrado el mismo día en que se arrojó al río, en una de las márgenes de este. Había sido muy afortunado debido a que primero habían llegado ellos y no los animales salvajes.

Gonzalo se había hecho cargo del caso desde el minuto cero. Llevándolo del refugio hasta el hospital en donde le darían una mejor atención médica por su delicado estado de salud.

"Por Dios, Luciano, ¿por qué?"

Se dijo a sí mismo Alexander, antes de girar la perilla y abrir la puerta. Esa estructura de madera se abrió lentamente, llevando al ruso a su amante.

Luciano estaba sentado en la cama y sus ojos miel, impresionantes y con ese toque de ingenuidad, fueron a la figura que entró.

Nadie en su sano juicio podría mantenerse hermoso después de ser arrastrado por el río, nadie, excepto, Luciano de Almeida.

Alexander ahogó un sollozo cuando sus miradas convergieron.

Era él ¡Estaba ahí, maldita sea! ¡Y no podía tomarlo entre sus brazos y besarlo hasta que le gritara basta! ¡No podía! Gonzalo lo había advertido, un mal paso y Luciano se sumergiría en un pánico atroz.

TEMPESTAD - S.B.O Libro 10 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora