Un hombre peligroso y otro prohibido.
Danisa Jansen ha tenido el privilegio de probarlos a ambos. Y, al mismo tiempo, ese privilegio se transformó en dolor.
Hoy, ella cuenta su historia a través de un libro, un libro que ha llegado a manos de ambos...
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Gerónimo juntó sus manos a las de Ariel mientras esperaban la llegada del avión que los llevaría a Tailandia.
― ¿Cuánto tiempo piensas quedarte en Sudáfrica?
Ariel negó y le dio una sonrisa.
― Los días que tú quieras, ambos sabemos que debemos regresar a nuestro país y enfrentar la realidad, sobre todo tú.
Gerónimo sintió un escalofrío recorrer el torrente sanguíneo.
― ¿Tienes miedo?
― Muchísimo — confesó —. Dejar el sacerdocio no es...
― ¿Entonces lo harás?
El hombre asintió, convencido.
― ¿Crees que después de ver todas las muestras de valentía que he presenciado no seré capaz de avanzar?
Ariel negó.
― No es eso, es sólo que... tú siempre dijiste que era lo que más amaba.
― Me estaba mintiendo a mí mismo — replicó —. Soy un idiota que se negaba a ahondar en sus propios sentimientos.
― Entonces, a partir de ahora... ¿tú y yo?
Gerónimo afirmó con la cabeza.
― Como siempre debió hacer sido...
El avión llegó un minuto antes de la hora establecida. Azali suspiró.
"Aza, eres el hombre".
Se dio fuerzas cuando el tipo impecable bajó el avión y caminó hacia ellos.
¿Cómo carajo lograba tener sofisticación incluso envuelto en una tempestad? Era una pregunta que la pantera se hizo, y que consideró era el pensamiento de varios.
― Un gusto verte de nuevo, Jared...
Azali estrechó la mano y Jared sólo lo observó, enarcando una ceja. El moreno frunció el ceño y de inmediato bajó la mano.
― Soy el Sr. Chadwick o Callum, pero nunca Jared para los desconocidos. Ni siquiera recuerdo que estuvieras en el viaje anterior.
― Bueno —. Azali sintió la vergüenza golpear su estómago —. Callum o Chadwick eres un maleducado que no merece más respeto que el acabo de darte.
El bastardo sonrió. Tenía una dentadura perfecta, y su sonrisa le quitaba el aliento a cualquiera. La mirada fue tan intensa, tan abrasadora que Azali se vio obligado a desviar sus ojos hacia otro lado.
