56- Pasiones sin límite

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Ariel mordió la sábana con fuerza cuando su pelvis se contrajo ante el hombre que lamía su pene como si fuera un helado.

"Esta es la habitación de la casa con mejor vista, disfrútenla".

Y el guiño de ojo de Martin había carecido de todo rastro de inocencia.

"Follen todo lo que quieran mientras se deleitan con el paisaje de puta madre".

Ese había sido el mensaje oculto detrás de las palabras del anfitrión, y, Ariel y Gerónimo como eran hombres de mente sagaz, captaron de inmediato la idea y la pusieron en práctica.

Los ojos verdes de Ariel estaban sobre esa estructura montañosa con la que se deleitaban a través de la ventana. El enorme pene erecto de su amante lo penetró y, de una sola estocada, lo llevó al fondo, haciendo que su cuerpo estuviera a punto de partirse en 2.

¡Qué mezcla de placer y dolor extraordinaria! Sus gemidos denotaban esa sensación, Ariel cerraba los ojos y dejaba que la tensión fluyera, su entrada apenas dilatada acostumbrándose a recibir a ese monstruo indomable que era el sello de todos los Blake, hijos de perra.

Las lenguas se enredaron, ambos haciendo una danza lujuriosa con ellas, moviéndose al unísono, apenas dejando salir los gemidos cargados de ardor y malicia.

― Quiero todo de ti, Ariel.

Musitó Gerónimo, perdido en un vaivén salvaje. Ariel rio y se mordió el labio inferior.

― Tienes todo de mí, ¿es que acaso nunca te diste cuenta?

― No... siempre estuve... demasiado ciego...

Ariel le acarició los pectorales y llevó sus manos a la cintura, logrando que el vaivén se tornara lento y profundo.

― Sí, este ritmo me encanta...

Dijo antes de lanzar un gemido y Gerónimo, perdido en el ardor, capturó sus labios en un beso furioso.

― Los chicos tienen su habitación en la otra punta de la casa.

― Sí, afortunadamente...

Ariel rio ante el comentario caliente de su amante que sólo buscaba más, incansable, listo para entregarse por completo a su nueva vida.

La cama se movió haciendo escandalosos ruidos, el cabecero de madera negra africana dando de lleno contra la impecable pared color crema que ahora quedaría arruinada.

― ¿Me vas a dejar estar arriba?

Preguntó Ariel, acariciando la cintura y luego, las nalgas firmes que se contraían en cada poderosa embestida.

― Ni lo sueñes, tú has estado arriba por años, has tenido sexo a montón. Ahora, es mi turno...

El kinesiólogo iba a protestar, pero, Gerónimo sin ganas de escuchar sus habladurías, le cerró la boca con un nuevo beso.

TEMPESTAD - S.B.O Libro 10 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora