Un hombre peligroso y otro prohibido.
Danisa Jansen ha tenido el privilegio de probarlos a ambos. Y, al mismo tiempo, ese privilegio se transformó en dolor.
Hoy, ella cuenta su historia a través de un libro, un libro que ha llegado a manos de ambos...
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― Voy a necesitar que me acompañen al hotel...
Dijo Danisa a Mario y Bruno, quienes se miraron entre sí.
― ¿Te vas de la fiesta?
― Sí, Mario, sólo por unas horas, después regreso. Tengo que cambiarme, y de ahí tienen que llevarme a un lugar...
Los sostuvo del brazo y los arrastró hacia afuera del salón. Los hombres buscaron la camioneta.
― ¿A dónde crees que iremos después?
Bruno negó ante la pregunta de su amigo y se arregló los rizos dorados.
― No sé y tampoco me importa...
― ¡Ay vamos!
Mario lo sostuvo del brazo y lo frenó antes de llegar al estacionamiento.
― Con ese cuento a otro lado, casi te mueres de celos hace un rato.
Bruno tensó la mandíbula y asintió.
― ¿Sabes? Más allá de lo imbécil que ha sido mi hermano, le agradezco que le haya comentado mi problema a Damián Blake y que este le haya hablado de mí a Brandon. Agradezco la posibilidad de conocer a Danisa Jansen...
Mario sonrió.
― Eres todo un Romeo.
― No, soy todo un idiota, pero, no puedo cambiar eso, así que me largo.
― ¿Así nomás?
― ¿Sabes? Cuando la conocí en persona tuve la esperanza imbécil de desenamorarme de ella. Es decir, de seguro es una tonta egocéntrica, pensé. Sin embargo, me encontré con una mujer de carne y hueso y eso me destruyó por completo, quebró todas mis barreras.
― Carajo — bufó, Mario —. Estás peor que yo...
Le palmeó la espalda y buscaron el vehículo. Un par de minutos después, llegaron a la puerta del salón donde estaba Dani, quien subió a la camioneta rápidamente.
Llegaron al hotel y se cambió en un abrir y cerrar de ojos. Se colocó un par de jeans celestes y una camiseta rosada junto a unas zapatillas del mismo color. Trenzó su cabello, y, se colocó los lentes, cosa que casi nunca sucedía. Unas gafas con poca graduación ocular, y un marco ancho de color blanco.
Los muchachos en la sala de la suite la recibieron. Dani le entregó un papel con una dirección a Bruno.
― Tú vives aquí así que, estás familiarizado con la ciudad, necesito que vayamos a esa iglesia.
― ¿A esta hora?
Preguntó Mario, mirando el reloj, escuchando las indicaciones que le daban a Bruno.
