63- Amar es una prerrogativa del alma

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Gerónimo llegó a la casa ubicada detrás de la iglesia en donde impartía misa cada día. Caminó a través del pasillo y el olor a menta y romero inundaron sus fosas nasales. Los voluntarios habían mantenido su jardín con el cuidado que él mismo le daba.

Observó a su alrededor el gran árbol en medio del jardín, un cerezo, que en primavera se llenaba de flores que adornaban el paisaje y el suelo cuando los pétalos caían.

Un pequeño dolor se estacionó en su corazón, era difícil abandonar el sitio que había formado parte de su vida, donde había conocido a gente maravillosa, que creía en su palabra, en su guía y ahora, los dejaba.

Muchos, jamás entenderían su decisión, lo cuestionarían, lo tratarían de hipócrita manipulador, de mentiroso, apóstata y tantos calificativos más. Nadie comprendería el inmenso amor que sentía por Ariel, el deseo que bramaba en su cuerpo cuando lo tenía cerca.

"Estoy haciendo lo correcto".

Sin importar que el mundo le dijera que estaba equivocado. Gerónimo Blake sabía, en el fondo de su ser, que las mentiras no llevan a ningún lado y que lo prohibido no se puede mantener por mucho tiempo en la oscuridad.

Gerónimo amaba a Ariel Imhoff, sí, a un hombre, uno por el que vivía y moría, y nada le cambiaría su decisión.

Juntó sus pertenencias, y las guardó en diferentes cajas. Ariel llegó al lugar entrada la tarde. Había decidido dejarlo a solas, para que viviera su duelo. El fin de una forma de vida a la que había estado atado y que también extrañaría.

― ¿Estás listo?

― Sí, vamos...

Dijo, Gerónimo, sosteniendo una de las cajas de cartón y llevándolas hacia la camioneta de Ariel.

― ¿Cuándo hablarás con el Padre Horacio?

― Mañana — respondió —. Mañana le transmitiré mi decisión de secularizarme.

― ¿Le dirás el motivo? — indagó Ariel, curioso.

― Debo hacerlo. Estoy tomando una decisión y ya no se trata de ir a medias...

Ariel sonrió ante la respuesta, y, sin pensar un segundo en las consecuencias se acercó a él y lo besó con hambre. Con todo el deseo que cargaba el momento. Gerónimo se aferró a su cuerpo y correspondió el acto. Un par de minutos después ambos despegaron sus bocas. Gero acarició con su nariz la de su novio.

― ¿Nos vamos?

― Claro que sí.

Respondió para después humedecerse los labios y absorber la saliva de Ariel que había quedado impregnada en su piel.

Esa noche se amaron con más intensidad que los días anteriores. El departamento de Ariel se llenó de los jadeos, gemidos y pensamientos sucios que ambos profesaban cada vez que tomaban turnos para follarse como animales en celo.

Gerónimo sujetó la toalla y limpió el vapor del vidrio luego de darse un baño a la mañana siguiente. Se detuvo en su cuerpo, en las marcas que habían quedado de la noche anterior, en los dedos tatuados en su cadera.

"¿Qué carajo estuve haciendo?"

Se había realizado esa pregunta tantas veces. Cada vez que se acostaba con Danisa, los días en que se acomodaba plácidamente en la cama de Ariel. Cada instante que mentía, pero, ahora, la pregunta tenía otra connotación.

Gerónimo se preguntó cómo había logrado fingir y disfrazar su amor, cómo mierda se había negado a sí mismo por tantos años, cómo había podido mantenerse fiel a la iglesia y lejos de Ariel hasta que se reencontró con él.

TEMPESTAD - S.B.O Libro 10 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora