Un hombre peligroso y otro prohibido.
Danisa Jansen ha tenido el privilegio de probarlos a ambos. Y, al mismo tiempo, ese privilegio se transformó en dolor.
Hoy, ella cuenta su historia a través de un libro, un libro que ha llegado a manos de ambos...
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Una cosa es odiar un lugar porque te dejó un sabor amargo, otra es amarlo porque en todo ese dolor... encontraste la paz.
Danisa sabía que el viaje a Buenos Aires le traería recuerdos, entendía que nada estaba completamente superado y que pasarían años hasta que un paseo por las calles de la ciudad le trajera paz en vez de intranquilidad y tristeza.
"Los recuerdos, a veces, matan. Por favor, no caigas en eso nunca".
Kellan, su hermano mayor le había advertido cómo la mente era un artefacto que creaba maneras de atormentar con simples hechos que llegan desde la memoria.
― Tiene reunión a las 9 de la mañana, estaré con usted hasta pasado mañana. De ahí en más, renuncio a mis funciones.
La voz rotunda y dolida que llevaba a su lado, camino al aeropuerto.
― Bruno...
― Espero acepte mi decisión porque es indeclinable.
Fue lo último que expresó antes de voltear y llevar su vista al exterior de la camioneta. Dani cerró los ojos, Dios llevaba demasiado tiempo sin saber cómo lidiar con todo lo que estaba pasando en su vida.
El rompimiento con Ariel y Gerónimo, la pérdida de sus hijos, el secuestro, la fama que llegó después del libro, los negocios, Azali, y ahora, Bruno...
Si pudiera volver el tiempo atrás, aunque fuera unas horas. Si fuera capaz de evitar lo inevitable...
Azali salió de mi habitación llevando parte de mi vida junto a él. Uno más que llegaba y se iba. Uno más que me demostraba que el amor no era para mí.
Me quedé en el sofá de la suite, con las manos en mi regazo, esperando que Dios me indicara el camino, ese que había evitado, ese que había ignorado por tanto tiempo.
¿Qué es el amor? ¿Qué es el apego?
No espero quitarles la libertad a los hombres, pero, pretendo que me respeten, que desde la confianza que les doy me muestren lo que significo para ellos. Ariel y Gerónimo me mostraron que era prescindible, una muñeca tonta para usar, esperé que Azali fuera diferente. Sin embargo, resultó ser un bastardo movido por el deseo. Una vez más, me había equivocado, y estaba harta de confiar en las personas incorrectas.
Escuché la puerta un par de veces, me puse de pie, decidida a ver de quién se trataba.
― Bruno...
― Lo lamento, sólo quería avisarle que saldré a dar un paseo, si no le molesta.
Asentí y me dio una sonrisa tímida, angustiosa. Cuando iba a marcharse volví a hablarle.
