17. Cosete la boca

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Isabel Caballero

Mi casa estaba silenciosa, lo cual era normal al menos desde hace dos años pero cuando deje las llaves en la entrada mis perros comenzaron a ladrar rompiendo ese silencio, mi pequeño chihuahua parecía estar dando la guerra de su vida contra las piernas de Sarah pues le ladraba como si en verdad pudiera hacerle daño, ella dio un brinco hacia atrás por el susto pero le prometí que no mordía demasiado fuerte lo que no la calmó en absoluto, de hecho la enojó pero por lo menos dejó de esconderse detrás de mí.

— ¿Cómo se llama?

— Chocolate. — contesté mientras caminaba a la cocina. — Mamá...

— No grites, Chavelita. — regaño la mujer al pie de la escalera mientras caminaba hacia nosotras.

— Lo siento. — me disculpé arrugando la nariz por el apodo y dirigiéndome ahora hacia ella. — ¿recuerdas que te dije que iba a venir Sarah?

— Pensé que vendría Nat.

Le dio una mirada juzgándola, mi madre no era muy fan de Sarah porque sabía todo lo que me había hecho, sabía lo que había pasado, pero yo tampoco lo había tratado de arreglar, no tenía por qué, pero ahora me sentía mal mientras ella solo le sonreía.

— Bienvenida Sarah, — contestó cortante pero cortés, mi madre no podía ser maleducada con nadie, a diferencia de mi padre. — ¿Ya comieron chicas?

— De hecho, no mami. — contesté con un hilo de voz. Sabía cómo reaccionaría.

La mujer que me dio la vida se dio la vuelta bruscamente al escuchar esas palabras y me miró fijamente sosteniendo en una de sus manos un trapo de cocina, se acercó hacia mí acusadoramente.

— Isabel Caballero, ¿que habíamos dicho de no comer?

— Que me hace daño. — conteste como niña regañada. — Comí un helado.

— ¿Y crees que eso me hace sentir mejor?

No quería quedarme allí siendo regañada por mi madre, por el rabillo del ojo vi a una Sarah incómoda solo parada mirando a cualquier lugar menos hacia la cocina en donde mi madre seguía con su sermón. Para evitarlo le pedí perdón y le dije que, si podíamos retirarnos, a lo que ella agregó que la comida estaría lista en una hora, no tenía por qué hacerlo, pero mi madre siempre había sido así con los invitados. Arrastre a Sarah sin dejarla presentarse o algo parecido tomándola del brazo, casi tropieza en las escaleras. Cerré la puerta a mis espaldas y me dejé caer en mi cama con un suspiro, Sarah se quedó parada frente a mí sin saber mucho que hacer.

— Con confianza, estás en tu casa.

Ella asintió y se sentó en la silla del escritorio dándole la vuelta, comenzó a ver las fotos pegadas a la pared, había muchas con mis amigos, con mi hermano, con mi familia, otros eran bocetos de ropa y tickets de conciertos.

— ¿No comes? — sentí una esperanza de conexión en su pregunta, como si la respuesta cambiara la perspectiva que ella tenía de mí.

— Lo hago, es solo que a veces se me olvida. Tengo tantas cosas en la cabeza y si no es porque comer y tomar agua son esenciales para sobrevivir la verdad es que no haría ninguna de las dos. — su mirada cambió mientras yo seguía hablando. — hasta tengo una aplicación que me dice cuándo hacerlo. Mira es una planta que se muere si no tomo agua, primero agoniza y después se muere.

— Que rara, como tú. — supo cómo esconder lo que sea que estuviera pasando por su mente, pero lo noté, solamente no sabía si quería hacerlo.

— Tú mamá me odia ¿verdad?

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora