36. Nadie se casa en martes

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Benjamin Caballero

La forma en que acariciaba el cabello de Emiliano lo hacía cerrar cada vez más los ojos, en su intento de no quedarse dormido estaba hablando, contándome sobre algo que le había escuchado a sus tíos decir en el desayuno, algún chisme pero no le estaba poniendo la atención necesaria para saberlo porque sus labios me hipnotizaron, la forma en la que se movían cada que alguna palabra salía de su boca, la pequeña curva que hacía al sonreír y como se los lamia constantemente, quería besarlo allí mismo pero estábamos en mi casa; me daba miedo hacerlo.

Mi padre no estaba, trabajaba hasta tarde y sabía que mi madre no entraba a mi habitación si no tocaba primero pero aun así la alerta roja seguía dentro de mi cabeza sin permitirme hacer nada con mi... bueno con Emiliano.

— Benjamin, no me estás escuchando.

— Las cabras golpearon a los asaltantes, — repetí su última frase. — Claro que te estoy escuchando.

Emiliano se levantó de mi regazo mirándome a los ojos y riendo.

— ¿Por qué no me estás escuchando?

— Porque me traes loco. — me inclinó para besarlo.

Sus manos estaban heladas y me estremecí cuando tocaron mi cuello pero fuera de eso era un buen beso, siempre daba buenos besos y el hecho de que siempre tenga que tardar tanto para conseguirlo los hacía cada vez mas especiales, no podíamos besarnos en la escuela pero cuando nos encontrábamos en el estacionamiento en donde nadie más se encontraba detrás de mi auto el beso era tan rápido que sentía como un pequeño rayo me atravesaba completamente.

— ¿Tu hermana no te ha mandado mensaje? — preguntó levantándose del suelo para ponerse a husmear en mis cosas, como si no las conociera ya.

— Nop, desde hace media semana Sarah la ha traído a casa, es raro.

— Isabel es rara.

— Touche. — lo apunte pero estaba muy ocupado abriendo y cerrando mis discos junto a la televisión, de pequeño me había gustado coleccionar discos pero ahora ni siquiera los tocaba. — Deja mis cosas, Emiliano.

— Uh ¿o que?

— O tendrás problemas. — fue lo único que pudo pensar como respuesta.

— ¿Ah sí? — me estaba retando así que tomó de nuevo otro disco y otro más. — Oops, creo que estoy en problemas.

Trague grueso mientras lo veía allí morderse el labio tentándome a hacer algo pero solo moví la cabeza tratando de quitarme cualquier idea que se me estaba formando en la cabeza y él lo noto porque dejó las cosas en donde estaban mirándome con una sonrisa.

— Lo siento.

Levante los hombros asintiendo de forma lenta para que supiera que estaba bien, Milo sonrió y se alejó un poco todavía mirando mis cosas pero sin hacerme ningún otro comentario sugestivo, sabia que todavia no estaba listo, íbamos dando pasos tan pequeños que hasta a mí me aburrían pero al mismo tiempo me aceleraban el corazón cada que hacíamos algo nuevo.

Siempre quiero recompensarlo por lo mucho que me tenía paciencia así que hoy no fue la excepción.

— ¿Quieres ir a cenar?

— ¿Hoy? — asentí.— ¿Y a qué se debe esa oferta?

Me levanté de hombros como respuesta pero si lo sabia, queria hacerlo, queria hacer todo esto oficial después de un mes pero tal vez me estaba apresurando, solo quería dejar las cosas claras para que todo fuera más fluido. La forma en la que nuestros amigos se quedaban callados o se tragaban la palabra "novios" cada que hablaban con nosotros para no incomodarnos ya me estaba volviendo loco.

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora