24. Vueltas de tormenta

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Isabel Caballero

Había pasado una semana entera sin noticias de Sarah, Elías se mantenía callado pero no me negaba una respuesta cuando llamaba, ella estaba bien de salud ahora pero no era lo que le preocupaba. Sabía que él lo sabía, por eso me trataba de forma extraña, porque había besado a su hermana, no espera, su hermana me había besado a mi.

El recuerdo invade mi cabeza, sus labios, su olor, sus ojos cerrados en todo momento hasta que vio los míos, el miedo en su mirada, la duda y las ganas de vomitar que sabía que comenzaban a arremolinarse en su estómago, no es que besara tan mal, no era por eso. Era un miedo, un miedo creciente de no ser lo que tu siempre había jurado que eras, un miedo al cambio que me había atormentado toda la vida.

No le había dicho nada a Natalia, porque no lo sabía aun, yo no había hecho nada malo, lo más malo fue no haber seguido a mi amiga para ver si llegaba a su casa con bien en unos patines en los que apenas estaba aprendiendo. Pero fuera de eso Sarah me había besado, Sarah hizo todo. Aun así necesitaba decírselo porque si no lo hacía todo parecería sospechoso, todo podría volverse extraño.

— ¡Isabela! — El grito de guerra a mi lado me sobresaltó tanto que la comida dentro de mi tupper se esparció por el pasto frente a mi.

— Wey era mi ensalada favorita. — me quejé haciendo pucheros y tratando de ver si algo era rescatable.

— ¿Quien chingados tiene una ensalada favorita? — mi mejor amigo se metió a la boca las nueces que habían caído en su pierna.— ¿Las vacas tendrán una ensalada favorita? ¿Todo el pasto sabrá igual para ellas?

Volví a disociarme de la conversación sobre las ensaladas y las vacas comiendo pasto, mi cabeza era un desastre, podía ver a mis amigos seguir moviendo la boca hablando pero no podía escucharlos, sus voces se mezclaban con el ruido del aire, de las personas caminando, del silbato del coach de fútbol, del ruido de los pájaros.

— Isa, — Sebastián me movió el hombro. — ¿Estás con nosotros?

— Físicamente si, — conteste. — Mentalmente, es debatible.

Nadie respondió, las tres personas frente a mi no parecían tener una respuesta, me habían visto distante toda la semana, mirando a mi celular en general todo el día y llamando a un buzón de voz de forma constante pero nadie se había dignado a preguntar después de que Benji les había explicado que era mejor dejarme lidiar con cualquier cosa que atormentara a mi cabeza sola.

— ¿De qué estamos hablando? — trate de meterme en la conversación aunque realmente no quisiera.

— En que Emiliano es capaz de...

Grace fue interrumpida con el propio Emiliano haciendo la acción que estaba señalando, de un momento a otro el chico frente a mi se metió el puño completo a su boca.

— No te voy a debatir cómo metiste tu puño a tu boca.

Reí un poco recargando mi cabeza para al final dejarla caer en el regazo de mi mejor amigo, lo mire desde abajo mientras sacaba el puño de su boca e hice una cara de asco. Ellos volvían a platicar sobre cualquier otra cosa mientras yo cerraba mis ojos para dejarme descansar, Emiliano parecía divertirse trenzando mi cabello arrullándome para dejarme dormir pero entonces algo plano cayó en mi abdomen generando un dolor hueco.

— Contesta tu teléfono. — me reprocho mi hermano desde lo alto antes de acomodarse entre Grace y Sebastián lo más lejos de Emiliano que se pudiera.

No habían arreglado las cosas, todos lo sabíamos pero por lo menos ahora podían estar en una habitación juntos sin matarse con la mirada. En mi abdomen estaba mi libro de química, se lo había pedido en un mensaje a mi hermano al iniciar el día porque lo había olvidado en mi habitación, ahora no recordaba para que lo necesitaba.

Ella es bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora